Dice Francesc-Marc Àlvaro que no es partidario del drama. Podríamos discutirlo. Su último libro (Per què hem guanyat. 127 dies que van canviar Catalunya. Del 24M al 27S, Ed. Comanegra,), sin embargo, no serviría de prueba en contra. En dos partes muy claras, un dietario y una selección de artículos publicados en aquel lapso, muestra la tramoya diaria del proceso hasta hoy y enseña al mismo tiempo lo que Àlvaro destiló para el público en sus columnas en La VanguardiaSerra d'Or. 

El argumento del título se justifica y, contra lo que puede parecer, tiene poco que ver con los resultados del 27S y el baile de gigantes y cabezudos en que se transformado la política catalana. El drama está efectivamente ausente de su mirada, pero la densidad e intensidad de los hechos que describe son, sí, dramáticos. Lo demuestra la conclusión, tocada con una gota de Stefan Zweig, del último día del dietario: "Vivimos unos días que han cambiado Catalunya. Ya es irreversible. No volveremos al mundo de ayer".

Ésta es la razón que explica el título del libro: una vez atravesado ese medio año de 2015, Catalunya no volverá atrás. "Es la única cosa de la que estoy seguro", dijo el autor este jueves en la presentación del libro. "Pase lo que pase, en el peor escenario, la parte central del país que piensa que tenemos que ser nosotros, que tenemos que separarnos de España, no cambiará. El paradigma autonómico clásico no volverá". Antes, Àlvaro había dado una razón aparentemente menos razonada pero que es la misma: "Hemos ganado porque hemos ganado. Nunca en la vida Catalunya había tenido un 48% de votantes decididos por la independencia".

Los géneros escogidos para ponerse manos a la obra –el dietario y la columna periodística– son quizás una forma de enmascarar la tensión colosal vivida entre aquellas dos fechas de 2015. Como los periodistas que pueden llamarse así, Àlvaro trata de dejar las escenas de los crímenes que transita tal como las ha encontrado, sin tocar nada. El drama lo deja para el lector, al que le resultará casi imposible comportarse fríamente ante la magnitud de los hechos que componen el relato. Estos seis meses han sido un río desbordado y ningún dietario puede esconder su paso. Éste, además, tiene la gracia de que lo hace gota a gota, día a día, y explica algunos hechos hasta ahora escondidos, como la accidentada cena del presidente Mas en el upper Diagonal con un grupo de banqueros, empresarios e industriales, catalanes y no catalanes, a los que quería explicar qué era el procés.

Por una más...

En la concurrida presentación –era una conversación con Jordi Basté en la Casa del Llibre, en Barcelona-, Àlvaro no se ha escondido. Tampoco era ningún secreto. Por ejemplo: "Soy masista porque siempre he admirado a la gente que asume un compromiso e intenta sacarlo adelante, con errores y aciertos, y ha desmentido todo el prejuicio que decía: él no lo hará". Ha añadido Àlvaro: "No ahorro criticas al presidente Mas". El presidente, sentado en primera fila, ha murmurado: "por una más...".

El repaso, ameno, se lo han llevado la CUP ("Ahora tenemos a la CUP de veras. Antes teníamos otra cosa"; "los de la CUP siempre son de la CUP", a propósito de una boda en que coincidió con el diputado Quim Arrufat), Oriol Junqueras ("la solidaridad y la empatía son beneficiosas en política; la frialdad te lleva a la derrota"), Duran ("ha tomado decisiones extrañas. Ha pensado que todo el mundo que le venía de cara estaba equivocado. ¿Por qué continúa?").

¿Qué piensa del momento? "No quiero dar lecciones", ha dicho como queriendo tomar impulso. Y, pum, la advertencia: "Tenemos prisa no es una frase política. Tenemos trabajo sí que lo es. Hemos abordado el proceso con ingenuidad y con mitos como la debilidad del Estado español". El porvenir, sin llorar: "¿Nuevas elecciones? No sería un drama. Sería salir del callejón sin salida donde nos lleva la democracia con más democracia". Su perspectiva es que el procés está en un rellano en el que "hay que repensar" la batalla, muscularse, imprimir ritmos nuevos, rehacer las actitudes". Y al final, un final para políticos: "Si no perdemos el miedo a ser impopulares no tendremos un Estado, pero es que tampoco mereceremos tenerlo".