La Breu Edicions ha publicado La filial, del escritor y periodista ruso Serguei Dovlàtov (1941-1990). Dovlàtov tuvo problemas con el régimen comunista y se exilió a los Estados Unidos. Pero no era el típico intelectual antiestalinista: de hecho, había sido boxeador, y se sentía bastante distante de los círculos literarios soviéticos.

El congreso y la femme fatale

La filial es una obra de un claro trasfondo autobiográfico. Dovlàtov explica su asistencia, en la segunda mitad de los años ochenta, a un congreso de intelectuales rusos anticomunistas en Los Ángeles. En este congreso, Dovlàtov coincidió con una antigua amante suya que hacía veinte años que no veía, una mujer caprichosa, dominante, volátil, temperamental... Aunque Dovlàtov ya estaba casado en aquel momento, reinició una interacción enfermiza con ella. En esta obra, a partir de este episodio, hace toda una reflexión sobre su pasado y sobre sus relaciones con aquella mujer para quien “lo más importante eran sus caprichos”.

El desencanto

La obra de Dovlàtov está marcada por el fatalismo. Enlaza con el pesimismo de los grandes escritores rusos, como Dostoievski o Tolstoi. “Somos sólo lo que sentimos que somos. Y yo me sentía profundamente y desesperanzadamente infeliz”, comenta en un momento de la obra. Incluso en los momentos de felicidad, Dovlàtov se siente mal: “Qué tienes que hacer cuando la sensación de felicidad comporta inevitablemente un presagio de desgracia”?. Cuando Dovlàtov escribe La filial, además, ya prevé su próxima muerte, y eso agudiza su amargura. “Lo veremos si vivimos lo suficiente para verlo”, comenta en un determinado momento de la obra.

Tania

Tania, la ex amante de Dovlàtov, canaliza buena parte de sus sentimientos negativos. Cuando él analiza el pasado no puede evitar recordar el desconcierto y la inseguridad que marcó su relación: “¿Quizás primero perdí a la chica y después me dejó? O fue al revés?". Y, pese a todo, no consigue cortar con ella, aunque lo hace sentir tremendamente desgraciado y le hace hacer cosas que él odia.

El mundo desde lejos

La melancolía de Dovlàtov va asociada a un cierto cinismo. En un punto de La filial recuerda su infancia y comenta: “Vengo de familia pobre. O sea, que tengo que mostrar despreocupación y contención. Y, antes de actuar, tengo que averiguar por cuánto me saldrá la cosa”. Más tarde reflexiona sobre la vida norteamericana: “En los Estados Unidos, la sonrisa no indica mucho nada. Dios sabe qué son capaces de hacer aquí con la sonrisa en los labios”. El humor negro es propio de este escritor, desengañado pero a la vez divertido. En el congreso que describe Dovlàtov, un activista localiza a un intelectual que antes había sido policía secreta y que lo había torturado. El ex detenido quiere agredirlo, pero otro disidente lo para: Dovlàtov se limita a reproducir sus palabras: “Está claro que lo que toca es romperle la cara a este tío. Pero vale más hacerlo en otro sitio. Si no, los americanos se pensarán que no somos lo bastante tolerantes”.

Contra los colegas

Dovlàtov, en su lucidez, no podía dejar de hacer un retrato patético de la oposición al comunismo: sus disputas, su vasallaje hacia los norteamericanos, la esterilidad de su lucha... En un punto determinado en La filial recoge un comentario de un colega suyo: “La cosa que más odio después de los comunistas son los anticomunistas...”. Él se definía como alguien sin ideas políticas. Argumentaba que ni siquiera tenía una concepción del mundo. Y, a pesar de todo, declaraba con orgullo tener, “una visión del mundo”.

Eterno conflicto con el régimen

La primera obra de Dovlàtov fue destruida por instrucciones de la KGB. Durante todo el período comunista, sus relatos sólo circulaban por Rusia de forma clandestina, ciclostilados o copiados a mano. Pero, a pesar de no editar nada en el país, el hecho de que publicara algunas de sus obras en la Europa Occidental lo llevó a su expulsión de la Unión de Periodistas de la URSS y a su proscripción. Así pues, en 1979 se fue a Estados Unidos y empezó a trabajar para diarios y emisoras americanos en ruso. Pero era demasiado rebelde para satisfacer a los norteamericanos, y en La filial explica muchas fricciones con los que lo contrataban.

Un visionario

Dovlàtov murió antes no se desintegrara la Unión Soviética. Cuándo escribió La filial eso ni siquiera se preveía. Y, en cambio, él profetizó claramente el futuro: “Pienso que dentro de cincuenta años el mundo estará unido. Para bien o para mal, eso ya es otro tema. Pero estará unido. La economía será global. Ni habrá fronteras políticas. Todos los imperios se hundirán y formarán un sistema económico unificado...”.

La Breu

La Breu ya había publicado anteriormente La zona, La maleta, El compromís y Els nostres. En todos estos libros Dovlàtov habla, básicamente, de él mismo y de su vida. Sin duda editar a un autor muerto, que ni siquiera fue muy popular en vida, es una apuesta arriesgada. Una apuesta arriesgada más de La Breu, que se ha convertido en una de las editoriales de referencia de poesía (un género poco comercial). Y que ha ido publicando algunos textos esenciales para la literatura universal que en estos momentos no están de moda (desde Anaïs Nin hasta Evely Waugh). Su catálogo está lleno de perlas escondidas.