Ante la cumbre del próximo 25 de marzo en Roma que marcará el 60 aniversario del tratado fundador de la UE, Bruselas prepara una pequeña revolución. El objetivo de los cambios es adaptarse a los nuevos tiempos y hacer frente a todo tipo de retos, incluidos los de amenaza de muerte. El primer paso será abandonar el sueño de avanzar siempre lo más juntos posible. La dispersión se impone. La Europa a varias velocidades se presenta como el horizonte de futuro para el continente. 

La razón de este giro no es sólo el difícil ciclo de elecciones que se presenta cargado de dudas en Holanda y en Francia, donde incluso está en peligro la propia moneda común, el euro. El problema es más profundo y a plazo más largo.

"Nosotros, los europeos, somos los habitantes del continente más pequeño del mundo, mientras que todavía pensamos que somos los más grandes de los grandes"

Así lo explicó Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, en una reciente conferencia en la Universidad de Lovaina La Nueva, cerca de Bruselas. "Tenemos una economía fuerte, pero está perdiendo fuerza. El 30% del PIB mundial de hace unos años es del 23 al 25% hoy y caerá por debajo del nivel del 20% en unos cuantos años ", dijo.

"En 15 años, ningún país miembro de la UE será miembro del G-7”, agregó, debido a "una creciente debilidad en Europa".

Y añadió:  "nosotros, los europeos, somos los habitantes del continente más pequeño del mundo, mientras que todavía pensamos que somos los más grandes de los grandes. Eso no es verdad." 

Tras las crisis de repetición que sacuden la UE, el jefe del ejecutivo europeo se muestra favorable a una Europa a varias velocidades. "Ya ha pasado la hora de imaginarse que podríamos hacer todos la misma cosa".  De modo que, explicó, "aquellos que estén de acuerdo con hacer el mayor número de cosas juntos que se pongan de acuerdo sobre lo que es esencial para hacerlo, ya sean 15 o 28”.

En esta histórica decisión no está solo. Angela Merkel, gran defensora del principio de todos juntos como demostró en la crisis de Grecia, afirma ahora que no sólo es partidaria de una Europa a dos velocidades, como preconizaba hace años su ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble, sino a múltiples velocidades y también de más acción intergubernamental. 

De ese modo, lo que se trata de evitar es la fronda contra los refugiados en los países del Este y la posibilidad de un fin desastroso si algún miembro importante, como ha ocurrido con Gran Bretaña, se va.

Pero, paralelamente, se muestra cada vez más necesario corregir aquellos defectos insalvables de la arquitectura de la unión económica y monetaria, que frenan además una unión política, inviable también por otros motivos. 

El verano pasado el FMI estimó que el valor del euro era un 6% "demasiado fuerte" para Francia, mientras que, a su vez, era un 15% "demasiado débil" para Alemania

La zona euro no es una zona monetaria óptima como han revelado una vez más los últimos datos relativos a las dos primeras economías de la UE. Alemania registró en 2016 un superávit fiscal de 24.000 millones de euros (el 0,8% del PIB), mientras Francia ha acumulado un déficit de 69.000 millones (el 3,3% del PIB).

 A su vez, la economía alemana ha tenido un superávit en sus intercambios exteriores de 270.000 millones de euros, el 9% del PIB, lo que le ha valido una reprimenda de la Comisión Europea   por "excedente excesivo", ya que las reglas europeas sólo admiten el 6%.

 Ello ha hecho que en el verano pasado el FMI estimase que el valor del euro era un 6% "demasiado fuerte" para Francia, mientras que, a su vez, era un 15% "demasiado débil" para Alemania.

En suma, no sólo es el Brexit o la denominada "amenaza populista" lo que sacude a la UE en su sesenta aniversario, sino males internos para cuya resolución será preciso abrir nuevas vías, porque las viejas están ya agotadas.