Woody Allen no descansa nunca del todo. Ni cuando duerme. Mientras medio mundo se mete en la cama para desconectar, el director neoyorquino vive en permanente estado de alerta. Su mayor enemigo no es la crítica ni la taquilla: es su propio cuerpo. Y, más concretamente, el termómetro.

La realidad es que Allen convive desde hace años con una obsesión muy concreta: controlar su temperatura corporal de forma constante. No una vez al día, ni cuando se encuentra mal. Cada hora. A veces incluso antes. El termómetro es casi una extensión de su mano y forma parte de su rutina diaria con una disciplina férrea.

Vivir con miedo y con zapatos puestos

Y es que el miedo a enfermar y, sobre todo, a morir marca muchas de sus costumbres. Tanto, que el cineasta duerme con los zapatos puestos. Sí, como suena. Nada de zapatillas cómodas ni pies descalzos. Por si pasa algo. Por si hay que salir corriendo. Por si el cuerpo falla. Este nivel de control roza lo surrealista, pero en su entorno lo ven como algo normal. Woody necesita comprobar que todo sigue en orden. Que la temperatura no ha subido una décima. Que el cuerpo responde. Que sigue ahí. Si no lo hace, la ansiedad se dispara.

Woody Allen - EFE

No es una manía puntual ni una excentricidad para llamar la atención. Es un ritual que se repite día tras día y que condiciona su forma de vivir. El termómetro marca el ritmo, incluso más que el reloj.

Un genio con rituales extremos

Lo curioso es que este nivel de obsesión convive con una mente creativa que ha dado algunas de las películas más icónicas del cine moderno. Mientras en pantalla analiza neurosis ajenas con ironía, fuera de cámara lidia con las suyas propias sin ningún glamour. Quienes lo conocen aseguran que estas rutinas no han hecho más que aumentar con los años. Más controles, más precauciones, más miedo. Allen no improvisa. Todo está pensado para minimizar riesgos, aunque eso signifique vivir en una especie de vigilancia permanente.

Así pues, mientras otros artistas presumen de excesos, Woody Allen destaca por lo contrario: por su obsesión con seguir vivo minuto a minuto. Termómetro en mano, zapatos puestos y ojo avizor.