Virginia Maestro fue uno de esos fenómenos inesperados que dejó Operación Triunfo en una de sus etapas más seguidas y controvertidas. Ganó la edición de 2008 sin parecer, a priori, la candidata perfecta para un talent diseñado para fabricar estrellas pop. Precisamente por eso, su victoria marcó un antes y un después. Hoy, con 43 años, su imagen poco tiene que ver con la de aquella joven de aire frágil, mirada tímida y voz susurrante que conquistó al público desde la discreción.
En una lista larga de triunfitos que se diluyen con el tiempo, Virginia sigue siendo recordada por lo que representó dentro del programa: una rareza. Su propuesta musical, más cercana al indie y con un punto nostálgico, chocaba frontalmente con el engranaje comercial del formato. No encajaba en el molde, y aun así logró imponerse. O quizá precisamente por eso.
Quien supo verlo desde el primer momento fue Risto Mejide. Temido por sus comentarios demoledores, el jurado rompió su propio personaje con Virginia. La defendió cuando nadie más lo hacía, la elogió sin ironía y la protegió frente a las críticas internas y externas. Ese apoyo explícito generó debate, incomodidad y titulares, pero también fue decisivo para que acabara alzándose con la victoria. Aquella edición quedó grabada como una de las más intensas del concurso.
Virginia Maestro creció apartada del foco mediático
Tras el programa, Virginia optó por un camino poco habitual. Siguió haciendo música, sí, pero lejos del ruido mediático. Publicó discos, dio conciertos y construyó una carrera coherente con su identidad artística, sin recurrir a realities ni a exposiciones innecesarias. Una elección consciente que la mantuvo fuera del foco, pero fiel a sí misma.
En lo personal y profesional, su relación con Risto no se prolongó más allá de su primer disco. Con el paso del tiempo, también ha cambiado su aspecto. Hoy luce rubia, con un rostro más adulto y una imagen muy distinta a la que muchos conservan en la memoria. La transformación es evidente, casi desconcertante para algunos, pero hay algo que permanece intacto: su estilo sereno, elegante y personal.
Puede que ya no ocupe portadas ni suene en las listas comerciales, pero Virginia sigue cantando. Y, sobre todo, sigue siendo la misma artista que nunca quiso parecerse a nadie más.
