En la última semana, Terelu Campos y Carmen Borrego han vuelto a protagonizar portadas y titulares, pero no por un escándalo novedoso ni por un giro inesperado en sus vidas, sino por lo mismo de siempre: fotos en bañador, entrevistas previsibles y la eterna estrategia de vender cada instante de su intimidad. Lo que en su día fue interés genuino, ahora empieza a convertirse en una sobredosis mediática que tiene a buena parte del público al borde del colapso.

Terelu, por su parte, vive un verano de éxito profesional al frente de Fiesta en sustitución de Emma García, sumado a su primer verano como abuela. Una combinación que, lejos de pasar desapercibida, se ha convertido en material de portada una y otra vez. Sin embargo, la repetición constante de las mismas escenas —playas de Málaga, sonrisas al sol y posados “al natural”— ha generado un efecto contrario: aburrimiento.

El cansancio del público ante la sobreexposición de las Campos

Las imágenes recientes muestran a Terelu relajada, sin maquillaje y con un bañador rosa, disfrutando de su círculo íntimo. Escenas que en otro momento habrían sido tiernas o incluso inspiradoras, hoy se perciben como más de lo mismo: la misma escena reciclada, donde cambia apenas el color del bañador o el ángulo de la cámara. Mientras tanto, Carmen Borrego no se queda atrás. La colaboradora ha sido fotografiada junto a su hijo José María Almoguera y su nuera, María ‘la jerezana’, también en la playa. Sonrientes, bronceados y perfectamente conscientes de las cámaras, los tres aparecen en portada como si de un evento de relevancia internacional se tratara. La pregunta que muchos se hacen es: ¿hay realmente algo nuevo que contar o todo es puro relleno?

La maquinaria de la prensa del corazón y el “todo se vende”: un desgaste que amenaza su imagen pública

El periodista Diego Arrabal lo resumió sin filtros en su canal: la saturación de contenido sobre las Campos está alcanzando niveles insoportables. Portadas con las mismas imágenes, titulares reciclados y ausencia de noticias relevantes convierten cada aparición en una especie de déjà vu mediático. Las Campos parecen estar atrapadas en un bucle lucrativo: explotan un filón desgastado porque sigue dejando ingresos, aunque el interés público se desvanezca por momentos.

Lo más llamativo es que ni Terelu ni Carmen parecen molestas con esta exposición permanente. Al contrario, la alimentan. Estrategia o costumbre, lo cierto es que cada paso que dan parece calculado para aparecer en la siguiente portada: vacaciones familiares, proyectos profesionales y hasta gestos cotidianos se convierten en contenido de venta. El problema, según opinan muchos lectores, es que la fórmula está tan usada que ya no sorprende a nadie.

Lo que antes les otorgaba cercanía ahora corre el riesgo de volverse en su contra. La sobreexposición mediática provoca que la audiencia se canse incluso de las figuras más queridas, y el caso de las Campos es un ejemplo claro. Aparecer cada semana con una imagen similar termina restando impacto y credibilidad a cualquier mensaje que quieran transmitir. Además, la constante “venta” de su intimidad —desde el descanso en la playa hasta el estreno de un nuevo proyecto— genera la sensación de que todo en sus vidas está en el escaparate. Una percepción que, lejos de humanizarlas, puede hacer que el público empiece a desconectarse emocionalmente.