Desde su comentada reconciliación y posterior boda con Íñigo Onieva, la marquesa de Griñón, Tamara Falcó, parecía haber pasado página del escándalo de infidelidad que sacudió su relación. Sin embargo, en los últimos meses, su entorno más cercano ha empezado a manifestar una preocupación que va más allá de la confianza en su matrimonio: Tamara se muestra cada vez más indiferente ante comportamientos de Íñigo que antes no habría tolerado. Sus allegados aseguran que está emocionalmente anestesiada y que se ha refugiado en una actitud pasiva, casi sumisa, con tal de no afrontar una posible crisis conyugal. “Está ciega, no quiere ver”, repiten algunos con resignación.

Lo que más inquieta a quienes la conocen bien no es tanto Íñigo, sino el cambio en ella. “Tamara siempre ha sido una mujer con criterio, con fuerza interior y valores muy firmes. Pero desde que volvió con Íñigo parece otra. No es que lo trate mal, al contrario: lo trata con una indiferencia que raya en la frialdad, como si se hubiera resignado a que eso es lo que hay y no va a cambiar”, cuenta una fuente cercana a la familia.

Una relación marcada por el silencio y la desconexión emocional

En las últimas apariciones públicas, Tamara ha sorprendido por la falta de complicidad con su marido. Se le ha visto distante, algo ausente, e incluso desconectada del ambiente. Mientras Íñigo intenta mantener una actitud sonriente frente a los medios, ella parece estar en otro lugar, como si su mente vagara lejos de la realidad. Esta desconexión emocional ha llamado la atención de familiares y amigos, que aseguran que la marquesa no está atravesando su mejor momento.

“Antes era puro entusiasmo, energía, naturalidad. Ahora es todo medido, correcto, pero frío”, comenta una colaboradora televisiva que ha trabajado con Tamara en varias ocasiones. “No es que esté triste. Es que parece ausente, como si viviera en una burbuja construida por ella misma para protegerse”. Según estas mismas fuentes, Tamara evita hablar de Íñigo en la intimidad. Cuando alguien cercano intenta abordar el tema, ella cambia de conversación o se encierra en frases hechas sobre el perdón, la fe y el amor incondicional. Para muchos, esta actitud no es más que una manera de evitar enfrentarse a la realidad de un matrimonio que puede que no sea tan idílico como aparenta.

Familia y amigos, cada vez más preocupados

Desde el entorno de Isabel Preysler, también se percibe una inquietud creciente. Aunque la madre de Tamara ha optado por guardar silencio públicamente, personas próximas aseguran que no comparte el entusiasmo con el que su hija se lanzó de nuevo a los brazos de Onieva tras la infidelidad. “Isabel no va a interferir, pero está muy pendiente. Ve cosas que le preocupan y no sabe hasta qué punto Tamara está dispuesta a abrir los ojos”, afirman fuentes del círculo familiar.

Tampoco faltan las voces que apuntan a un posible desgaste emocional. “Tamara lleva años siendo un personaje público, siempre bajo escrutinio. Y cuando decidió perdonar y casarse, lo hizo con el corazón en la mano. Pero ahora parece agotada. No discute, no se impone, no reacciona. Es como si prefiriera no ver lo que tiene delante”, comenta una amiga que ha compartido tiempo reciente con la pareja. A pesar de todo, la marquesa continúa su agenda con aparente normalidad: actos sociales, colaboraciones televisivas y compromisos familiares. Pero quienes la conocen insisten: su sonrisa ya no brilla igual, y su silencio empieza a hablar por ella.