A casi dos años de su esperado “sí, quiero”, Tamara Falcó e Íñigo Onieva han dejado atrás la imagen de la pareja perfecta que deslumbró a la prensa del corazón. Lo que parecía un cuento de hadas lleno de glamour y complicidad se ha ido diluyendo en una realidad mucho más cruda y compleja. La distancia emocional crece como una brecha, mientras que las diferencias en sus agendas y prioridades parecen insalvables. Aunque oficialmente siguen juntos, en la práctica sus caminos apenas se cruzan y la ilusión se ha ido sustituyendo por una incertidumbre silenciosa que preocupa a quienes aún creen en su historia.

La marquesa de Griñón, devota confesa y abanderada de los valores familiares tradicionales, había puesto todas sus esperanzas en la maternidad. Un deseo que, según fuentes cercanas, ha sido aplazado de manera indefinida por recomendación médica. ¿La razón? La vida frenética que ambos llevan, pero en especial la de Íñigo, ha hecho que los expertos recomienden parar el tratamiento de fertilidad que comenzaron en 2023.

Íñigo Onieva, adicto al deporte y a la vida social: ¿el gran obstáculo para la paternidad?

Según ha revelado la periodista Leticia Requejo en el programa TardeAR, los médicos fueron tajantes: no es el momento de seguir intentando ser padres. “Ya sabemos que la pareja lleva mirando este tratamiento desde septiembre de 2023 y hace poco, hace unas semanas, los médicos que les están acompañando en todo este tratamiento, les han sugerido que tienen que posponerlo. ¿Por qué? Porque las vidas de Tamara Falcó e Íñigo Onieva ahora mismo son incompatibles para hacer este tratamiento y convertirse en padres”, indicó Requejo. Y agregó: “¿A qué me estoy refiriendo con esto? Íñigo, al final, no ha dejado de salir, sigue saliendo, viaja mucho y no para de hacer deporte, se ha vuelto un poco loco por el deporte”.

Mientras tanto, Tamara Falcó no se queda atrás. Su agenda profesional sigue al rojo vivo entre colaboraciones televisivas, proyectos de moda y compromisos sociales que la mantienen alejada de la calma que requiere un proceso de fertilidad exitoso. Así, sin sincronía ni tiempo compartido, la pareja ha optado por pausar su sueño más anhelado, dejando al descubierto una fractura silenciosa que empieza a ser visible.

Un matrimonio sostenido por la apariencia: ¿cuánto tiempo más podrán fingir?

Las señales son evidentes. Aunque no hay ruptura oficial, las apariciones conjuntas se han reducido a eventos puntuales, muchas veces más por obligación mediática que por verdadero deseo de compartir. Según colaboradores del programa, la distancia ha comenzado a pasar factura: Tamara e Íñigo ya no comparten los mismos objetivos, y la paternidad, que en un inicio era una meta común, se ha convertido en un tema incómodo que los separa más que unirlos.

El entorno de Tamara, liderado por una Isabel Preysler siempre atenta a las apariencias, no ve con buenos ojos el estilo de vida de Íñigo. "No ha sentado cabeza", comentan con discreción. Por ahora, no hay comunicado oficial ni señales de separación, pero el aplazamiento del tratamiento de fertilidad podría ser solo el primer indicio de una ruptura mayor. Mientras Tamara se aferra a sus valores y sueños de maternidad, Íñigo sigue apostando por un presente hedonista y sin ataduras. El futuro del matrimonio es, cuanto menos, incierto. Pero una cosa está clara: la distancia emocional entre ellos crece a pasos agigantados, y el reloj sentimental empieza a marcar una cuenta atrás difícil de detener.