Apenas han pasado dos años desde aquella boda de cuento entre Tamara Falcó e Íñigo Onieva, pero los rumores de una posible crisis matrimonial ya retumban con fuerza en los mentideros del corazón. La presión por convertirse en madre ha transformado el cuento de hadas en una pesadilla silenciosa que amenaza con dinamitar lo que alguna vez fue un amor redimido. Tras las polémicas infidelidades de Onieva y una reconciliación que muchos tildaron de insensata, la pareja intentó construir una vida estable. Pero ahora, fuentes cercanas aseguran que las dificultades para concebir habrían abierto grietas profundas en la relación, que ni la fe ni las apariciones públicas logran disimular.
La maternidad tardía y el estrés conyugal: una bomba emocional
Según la psicóloga Lara Ferreiro, los tratamientos de fertilidad compatibles con las creencias religiosas, como los que estaría siguiendo Tamara, son menos eficaces y más agotadores emocionalmente, ya que “pueden generar mucho estrés, porque son menos efectivos que la fecundación in vitro, por ejemplo”. Estos procesos no solo exigen constancia física, sino que generan una carga psicológica devastadora. “Tamara ha comentado en alguna ocasión que lo vive como la espada de Damocles permanente. Esta situación podría traducirse en un duelo eterno crónico si no es madre. Vivir con esta continúa presión la puede destrozar como mujer”, reveló Ferreiro.
A los 43 años, las probabilidades de embarazo natural son inferiores al 5%, y eso Tamara lo sabe. La presión mediática por ver su “tripita” crecer, sumada a los reproches internos y al juicio social, podrían haber convertido su deseo en una obsesión silenciosa. Esta situación, según especialistas, puede provocar depresión, estrés crónico, ansiedad, sensación de fracaso como mujer, culpa interna, obsesión por la fertilidad, trastornos del sueño e incluso rupturas matrimoniales.
Un dato demoledor: el 60% de las parejas fracasan
Y aquí llega el titular más inquietante. Un estudio citado por psicólogos especializados en fertilidad asegura que el 60% de las parejas que recurren a métodos asistidos para ser padres acaban separándose. La razón es tan simple como aterradora: el desgaste emocional que implica esta lucha puede matar el amor. La complicidad desaparece, la culpa aflora y, con el tiempo, se instala el reproche.
¿Está Tamara cuestionando si Íñigo fue la elección correcta? No sería descabellado pensarlo. En procesos tan sensibles, muchas mujeres comienzan a dudar de su pareja, preguntándose si realmente están recibiendo el apoyo necesario o si, en el fondo, esa relación tan controvertida es un obstáculo más en su carrera por la maternidad. La clave, según psicólogos, sería dar un paso atrás y acompañarse de profesionales especializados que le ayuden a redefinir su deseo, sin convertirlo en un imperativo vital. Porque, como bien apunta la psicóloga Lara Ferreiro, “la maternidad no define su felicidad”. Un parón, lejos de ser un fracaso, podría salvar no solo su salud mental, sino su matrimonio.
Lo que comenzó como una historia de redención amorosa podría estar convirtiéndose en un drama de proporciones épicas. El cronómetro biológico, la presión mediática y las heridas mal cerradas amenazan con llevar al límite a Tamara Falcó e Íñigo Onieva. ¿Sobrevivirá el amor al peso del reloj y los tratamientos fallidos? Solo el tiempo —y quizá un test de embarazo— lo dirán. Pero por ahora, la cuerda está más tensa que nunca.