En el mundo de las series, pocas producciones han alcanzado el nivel de adoración que logró Friends. Sin embargo, detrás de sus risas grabadas y escenas entrañables, se esconden historias que bien podrían rivalizar con cualquier drama de Hollywood. Una de las más impactantes involucra la relación entre Jennifer Aniston y Tate Donovan, que enfrentaron una de las pruebas más incómodas de su carrera… y de su vida personal: trabajar juntos como pareja ficticia justo después de romper en la vida real.

Cuando el personaje de Joshua Burgin apareció en la cuarta temporada como el nuevo interés amoroso de Rachel Green, pocos imaginaban el torbellino emocional que se cocía tras bastidores. Jennifer y Tate habían terminado su relación de dos años justo antes de comenzar a grabar. ¿El problema? Nadie del equipo lo sabía, y él acababa de firmar contrato para actuar como el nuevo novio de su ex.

Entre escenas de comedia y lágrimas reales

Joshua Burgin, el atractivo cliente de Bloomingdale's que robó el corazón de Rachel en cinco episodios clave, fue interpretado con soltura por un Tate Donovan completamente roto por dentro. Mientras los fans reían con los torpes intentos de Rachel por impresionar al recién divorciado Joshua, en el set reinaba la tensión emocional de una ruptura aún fresca. Según reveló el propio Donovan años después, aceptó el papel pensando ingenuamente que trabajar con Jennifer podría suavizar la separación.

Lejos de sanar, la experiencia resultó ser una montaña rusa de emociones, especialmente al tener que fingir una conexión romántica frente a cámaras cuando, fuera de ellas, todo se venía abajo. “Fue muy duro. Todos me apoyaron mucho, pero fue duro. Es como ir a clase en el instituto y haber roto con la chica con la que salías”, confesó en una entrevista con ‘The Independent’, evidenciando el nivel de malestar que tuvo que soportar durante las grabaciones. La química en pantalla era real, pero también lo era el sufrimiento entre escena y escena.

Matthew Perry, el héroe silencioso del plató de Friends

Entre las anécdotas más conmovedoras de aquel difícil período, destaca la actitud del inolvidable Matthew Perry, quien se convirtió en el principal apoyo emocional para Tate Donovan. Mientras el resto del elenco mantenía las formas, fue Perry quien, lejos de bromas, ofreció palabras sinceras, compañía y una llamada que Tate nunca olvidará: "Fue el único que me llamó cuando Jen y yo rompimos", aseguró con evidente gratitud. Perry no solo estaba al tanto del drama que se desarrollaba entre bastidores, sino que además acudía a presenciar las escenas de sus compañeros, incluidas las de Donovan. Un gesto que, según este último, lo marcó profundamente en una época donde se sentía vulnerable, confuso y, sobre todo, muy solo.

La profesionalidad de ambos actores salvó el arco argumental, y el público jamás sospechó la realidad emocional tras esas escenas aparentemente ligeras. Pero para los involucrados, cada línea de guión significaba revivir lo que acababa de terminar. Donovan no fue el único que sufrió; para Aniston, la grabación de esos episodios fue uno de los momentos más difíciles de su etapa en Friends. La actriz, ya reconocida como un icono de la comedia, tuvo que contener lágrimas genuinas mientras interpretaba escenas cómicas de cortejo y rechazo.