Su nombre era sinónimo de caos, de excesos, adicciones, de burradas. También de música. Pete Doherty fue, durante una década, uno de los cantantes y personajes más polémicos del panorama internacional. La expareja de Kate Moss estalló con The Libertines, una banda de rock británico llamada a comerse el mundo. La realidad, sin embargo, es que el mundo se lo tragó a él. Ya no lo reconoce ni la madre que lo matriculó, pero eso sí: ha dejado los vicios que convirtieron su vida en una espiral de autodestrucción. Bien, la suya y la de su expareja top model: unas fotografías esnifando cocaína durante la grabación de un disco de los Babyshambles, el otro proyecto de Pete, acabaron con la relación y pusieron a Moss en una posición pública incómoda. Pete era un personaje muy tóxico, precisamente por su intoxicación permanente.

El de Hexham tiene ahora 44 años, muchos más kilos que en su etapa de esplendor y un trillón de historias y anécdotas jugosas, duras y turbias para explicar. La mayor parte de ellas las narra en una autobiografía que salió a la luz el pasado mes de septiembre: "Un chaval prometedor". El título está bien escogido, era la gran esperanza blanca de la música británica... y la crónica de una muerte anunciada. Afortunadamente, la ha esquivado. Otra cosa es que su estrella se haya apagado. Es una especie de juguete roto, y este concepto siempre es muy jugoso para una editorial: de estrella de la música a los infiernos de la droga. Pete Doherty cumple perfectamente este rol.

Autobiografía Pete Doherty Amazon
Autobiografía de Pete Doherty / Amazon

Antes de reproducir un pasaje de este escrito, en el que comparte su recuerdo de Barcelona, refrescaremos la anécdota que el periodista de Revers de El Nacional.cat, Oriol Rodríguez, obtuvo durante una conversación con el fundador de la Sala Sidecar de la plaza Real de Barcelona, Robert Tierz. Recuerda el paso de grandes artistas internacionales por su local, con mención especial para Doherty: "¡Qué personaje! Fue entrañable, pero agotador. Estaba grabando en Barcelona, imagino que necesitaba dinero, y nos propusieron montarle un concierto. Después de aquel primer bolo, ha venido dos veces más. La última, se presentó la mañana del concierto a las puertas de la Sidecar. La sala todavía estaba cerrada. Solo estaba el camarero. Pidió que le adelantaran 150 euros. Pobre, el camarero, porque Doherty es un tipo de casi dos metros de presencia imponente, le pidió que llamara a Robert. Pete siguió las instrucciones y Robert accedió a su petición. "Horas después estaba tocando con la sala llena. Fue muy divertido, pero muy exigente, porque tenías que estar vigilándolo constantemente. Vive en una nube y hasta aquí puedo leer. Los camareros tenemos que ser como los curas, los psicólogos y los abogados, callando las confesiones de nuestros clientes". ¿150€ al camarero de una sala cerrada? Ya pueden imaginar que no era para ir a comer a Can Culleretes, no.

PEte Doherty concierto Instagram
Pete Doherty durante un concierto / Instagram

Pues bien, el periodista musical Nando Cruz se ha leído la autobiografía y destaca lo que Pete conoce de la capital de Catalunya: no esperen el Parc Güell ni la Sagrada Familia. Él era más de La Mina. "Cuando estábamos en la autocaravana en Barcelona conocí a Rafa Rueda, que ahora es uno de mis mejores amigos. Yo quería pillar merca, le compré un par de veces. Me hacía esperar en un bonito café mientras pillaba cosas en el barrio de La Mina, un enorme proyecto de viviendas sociales de los años 70, donde básicamente se instaló una comunidad de 30.000 gitanos. Decía que los gringos no podían ir allí". Pero con Doherty nada era imposible. Sobre todo si le decías que no hiciera algo. "Al final fui, acabé haciendo cola en una escalera con todo el mundo, desde ancianas a niños. Entrabas en la cocina y había una mujer con una pistola en la parte de atrás del bikini y una gran pila de heroína y otra de cocaína: a diez o a cincuenta euros el gramo cada una". Curioso, quizás no recuerde muchas cosas de aquellos años de desenfreno, pero los precios los tiene fresquísimos. Drugs, sex and rock'n'roll.