Hablar de accidentes aéreos genera escalofríos, pero pocas voces con tanta autoridad como la de Perico Durán, piloto con más de 25 años de experiencia, pueden poner luz sobre lo que realmente sucede en cabina. Invitado al pódcast “Tómatelo con vino”, el aviador desmontó mitos y reveló detalles impactantes que hacen tambalear la percepción de quienes sienten pánico al despegar.
El piloto, que ha recorrido los aeropuertos más complejos del planeta, se enfrentó a una pregunta que ha obsesionado a millones de pasajeros: “¿qué pasa si fallan los motores?”. Con la serenidad de quien ha vivido mil maniobras imposibles, Durán afirmó que, incluso en el peor escenario, un avión puede planear hasta 150 kilómetros sin propulsión. En otras palabras, desde los 40.000 pies de altura, una aeronave podría desplazarse de Madrid a Toledo… ¡y volver!, sin necesidad de motor.

La verdad sobre las turbulencias y el miedo irracional a volar
Ahora bien, el miedo a volar no entiende de estadísticas. Según Durán, la probabilidad de morir en un accidente de avión es infinitamente menor que la de ser víctima de un crimen en el trayecto hacia el aeropuerto. Sin embargo, la ansiedad persiste. “Es un miedo irracional, pero real”, explicó en la charla, apuntando que las mujeres suelen hablarlo con mayor libertad, mientras que los hombres lo ocultan en silencio.
Lo que pocos saben es que las tan temidas turbulencias no representan ningún riesgo estructural para el avión. El verdadero peligro se da únicamente para quienes no llevan el cinturón de seguridad abrochado. “Realmente no hay ningún tipo de turbulencia que suponga un peligro”, recalcó el piloto, subrayando que este fenómeno atmosférico genera más susto que amenaza real.
Motores fallidos: entre la estadística y la ficción
Uno de los momentos más tensos de la conversación llegó cuando se abordó la temida frase: “ha fallado un motor”. Aunque suene apocalíptico, Perico Durán fue categórico: un avión está diseñado para seguir volando con un motor menos. Incluso en pruebas de certificación, los fabricantes deben demostrar que sus aeronaves son capaces de despegar con un motor apagado. La cifra puede asustar: cada año se registran alrededor de 150 motores fallidos en un total de 40 millones de vuelos. Pero la mayoría de estas incidencias no derivan en tragedia. Durán recordó ejemplos históricos, como el famoso amerizaje del río Hudson en 2009, donde, pese a que los dos motores dejaron de funcionar, el piloto consiguió salvar a todos los pasajeros.
Las normativas internacionales son tan exigentes que ninguna aerolínea puede cruzar el océano sin haber demostrado la fiabilidad extrema de sus motores y la preparación exhaustiva de sus pilotos. Según reveló Durán, la industria calcula que un motor de avión moderno falla, en promedio, una vez cada millón de horas de vuelo, una estadística casi ridícula frente a la cantidad de aviones que despegan y aterrizan a diario.
La conclusión es clara: los aviones son más seguros de lo que la gente imagina. Pero el miedo a volar, lejos de desaparecer, sigue arraigado en la mente colectiva, alimentado por titulares sensacionalistas y recuerdos de tragedias pasadas. En palabras del propio Durán: “A nadie le gustaría volar con un piloto sin miedo. Evaluar las consecuencias de las cosas son muy importantes para un piloto. Esa ansiedad positiva lo que te permite es focalizarte en lo que verdaderamente es importante”.