Penélope Cruz ha construido una carrera entre la luz más intensa y la vulnerabilidad más cruda, pero rara vez uno de los rostros más poderosos del cine español se había abierto tanto sobre algo tan íntimo. En una entrevista reciente, la actriz ha relatado un episodio que marcó su infancia y que ha influido en aspectos muy concretos de su vida adulta, incluida su relación con la velocidad y los coches.
Era apenas una niña cuando presenció una escena que todavía hoy lleva grabada con una nitidez que supera cualquier escena cinematográfica. Su hermana Mónica, menor que ella, fue atropellada por un coche justo delante de sus ojos cuando Penélope no tenía más de siete u ocho años. Ver a alguien a quien quieres perder el conocimiento en un instante —y no saber qué iba a pasar con ella— fue un golpe emocional que la dejó sin palabras y, como ella misma ha contado, en un estado parecido a la anestesia emocional.
Penélope desarrolló miedo a la velocidad por el atropello a su hermana
La protagonista de Ferrari —de 49 años en la actualidad, aunque en algunos textos se le atribuye 48— admitió que apenas fue consciente del impacto psicológico de aquella experiencia en el momento. Fue con el paso del tiempo, ya en su vida adulta, cuando comprendió que ese instante había condicionado muchas de sus reacciones frente a situaciones que implican coches o rapidez. “Tengo miedo a la velocidad”, ha reconocido, y ha llegado incluso a decir que los vehículos le resultan, de algún modo, una “amenaza” debido al recuerdo de aquel accidente infantil.
A pesar de la crudeza de la vivencia, Mónica Cruz salió adelante y hoy lleva una vida normal, lejos de la sombra de aquel episodio. Pero para Penélope, el accidente fue un punto de inflexión. Solo el tiempo y la terapia le han permitido entender cómo esa imagen —la de su hermana inconsciente— se convirtió en un trauma profundo y duradero, más allá de lo que una niña puede racionalizar.
Este miedo a la velocidad, más conocido entre los psicólogos como amaxofobia, aparece muy ligado a un suceso traumático que pertenece al pasado, pero que nunca ha dejado de proyectarse sobre la vida de Cruz. Lejos de esconderlo, la actriz ha hablado de ello con una honestidad que sorprende por su crudeza y por su humanidad, mostrando un lado que no suele verse entre las estrellas de Hollywood.
Quizá por eso, en su carrera ha aprendido a conjugar esa sensibilidad con su oficio: sentir profundamente y canalizarlo en sus personajes ha sido, para ella, tanto una fuerza como una fuente de trabajo interior. Y frente a cualquier volante sigue habiendo, en cierto modo, una niña que todavía mira con recelo la imagen de un abrigo rojo y el sonido de unos frenos que nunca se olvidan.
