En un mundo marcado por la inmediatez, la hiperconexión y la presión constante por cumplir objetivos, el médico cirujano y conferencista Mario Alonso Puig propone una receta tan simple como transformadora: practicar el silencio productivo. Su planteamiento no es una invitación a la pasividad, sino a un acto consciente de pausa que permite reparar el desgaste físico, mental y emocional que genera el ritmo acelerado de la vida moderna.
Durante una conversación sobre salud mental y liderazgo con María Álvarez de Linera Ros, coach de cambio cultural, Puig subrayó que la depresión, la ansiedad y el estrés se han convertido —según datos de la Organización Mundial de la Salud— en las principales causas de bajas laborales en muchos países. Este fenómeno no solo afecta a los trabajadores, sino que plantea un reto urgente para quienes dirigen equipos y organizaciones. Los líderes, afirma, tienen la responsabilidad de ser ejemplo de autocuidado, ya que su bienestar personal repercute directamente en la cultura y el rendimiento de sus equipos.
La importancia de detenerse y reflexionar
Para Álvarez, el primer paso es parar. Vivimos inmersos en una dinámica en la que “nunca hay tiempo” para detenerse, atrapados por la vorágine de resultados, reuniones y notificaciones. Sin embargo, es precisamente en esos momentos de pausa cuando se revela con mayor claridad lo que realmente está ocurriendo en nuestra vida y en nuestro entorno. El problema, explica, es que muchas personas asocian su valor con cumplir agendas y objetivos, aunque al final del día sientan que no han hecho lo que verdaderamente les importa.
La solución, según la coach, pasa por respetar la importancia de parar para reparar. El cerebro, recuerda, necesita pausas cada 90 minutos, siguiendo los llamados ritmos ultradianos. Sin embargo, detenerse implica salir de la “zona familiar” —ese espacio de hábitos y rutinas que, aunque nos desgasten, nos resultan cómodos—, y muchas personas prefieren mantenerse en esa inercia antes que explorar otras posibilidades.
Dedicar tan solo diez minutos al día a aquietar la mente mejora la eficiencia, fortalece el sistema inmunológico y favorece la salud integral. La experta lo llama “silencio productivo” porque no se trata de inactividad, sino de permitir que el organismo y la mente realicen procesos de reparación que, de otro modo, se ven interrumpidos. Para ilustrarlo, recurre a una metáfora médica, si uno se hace una herida en la mano, el cuerpo activa de inmediato mecanismos de curación. Pero si no se deja reposar la mano, la cicatrización se retrasa o se complica. Lo mismo ocurre con la mente y el espíritu: sin espacios de calma, el desgaste se acumula y la recuperación se vuelve más difícil.
Parar es una necesidad estratégica
Lo cierto es que nos recuerda que parar no es un lujo, sino una necesidad estratégica. En un entorno laboral y social que premia la velocidad, la verdadera inteligencia está en saber cuándo y cómo frenar. Practicar el silencio productivo no solo reduce el estrés, sino que nos devuelve la claridad, la energía y la capacidad de liderar —y vivir— con mayor sentido.