Una de las colaboradoras estrella del programa Sálvame, la canaria Lydia Lozano, atraviesa uno de sus momentos más complicados. El lunes 22 de febrero, en pleno directo, comunicaba a los espectadores del espacio de las tardes de Mediaset que estaría ausente durante varios días de la pequeña pantalla porque tenía que ingresar de urgencia en el hospital. ¿El motivo? Una operación en las cervicales por culpa de un aplastamiento de médula. Una grave secuela que la periodista experta en temas del corazón ha estado arrastrando durante más de 30 años, después que en el año 1986 sufriera un accidente de tráfico con el que casi pierde la vida.

Lydia Lozano, Cuatro

Lydia Lozano, Mediaset

El martes 23 de febrero ingresó en el hospital y el jueves 25 de febrero, dos días más tarde, ya ha recibido el alta. La de Sálvame ha abandonado el centro médico para ir a su casa, a primera hora de la mañana. Una salida de la que tenemos fotografías, muy delicadas e impactantes. En ellas, Lydia Lozano, intentando pasar desapercibida, se muestra muy abatida. Tiene problemas para sujetar las maletas, mantenerse en pie y andar. Tanto es así que se apoya en todo momento en su marido, el arquitecto Charly, quien la ayuda a hacer escasos metros hasta llegar al taxi. Las fotografías más tristes de Lydia Lozano son estas: 

Lydia Lozano, GTRES

Lydia Lozano, GTRES

Lydia Lozano, GTRES

Lydia Lozano, GTRES

Una intervención de carácter urgente que ha ido bien. "Tengo mucho dolor en la espalda pero estoy contenta. No puedo coger peso y los médicos me han dicho que esté tranquila en casa y que intente hacer vida normal, dentro de mis posibilidades", ha confesado la tertuliana. Una precipitada salida del hospital, por culpa de la pandemia. "Con lo del Covid los médicos te dicen que es mejor que te vayas a casa", ha añadido Lozano, quien teme infectarse a sus 60 años. "Me tienen que sacar los puntos de todo lo que me han hecho en el cuello. Tengo que estar relajadita", ha sentenciado la periodista. Por este motivo, su regreso a Sálvame aún se hará esperar. Cuando vuelva, ¿lo celebrará a ritmo de un chuminero? Eso sí, siempre con cuidado. No sea que haga otro mal gesto con el cuello y se vuelva a complicar la cosa.