Viajar en un crucero suena idílico. Vacaciones diferentes, vistas al mar y un barco que funciona como una ciudad en movimiento. Pero no todo es tan sencillo como meter ropa en la maleta y subir a bordo. Existen reglas claras, y algunas de ellas sorprenden hasta al viajero más experimentado. Lucy, tripulante desde hace años, ha decidido contarlo sin rodeos.

Su advertencia empieza con algo que nadie espera: los flotadores gigantes y las colchonetas. Parecen inofensivos, pero en las piscinas del barco son un problema. El espacio es reducido y deben caber todos. ¿El resultado? Son requisados en el momento de embarcar.

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Crucero Europa Press

Es esencial comprobar la normativa antes de embarcarse en un crucero

La seguridad, explica Lucy, es la gran prioridad. Por eso los aparatos eléctricos ocupan un lugar destacado en la lista negra. Ni ventiladores, ni planchas, ni cafeteras. Tampoco tostadoras. Cualquier aparato que genere calor puede ser un riesgo de incendio a bordo. Y, en un crucero con miles de personas, un pequeño accidente se convierte en una gran amenaza.

Otro error habitual: llevar comida fresca. Embutidos, frutas o cualquier producto perecedero están prohibidos. No se trata de un capricho, sino de normas sanitarias muy estrictas. Todo lo que se consume dentro del barco pasa controles previos. Lo de traer provisiones de casa, simplemente, no funciona aquí.

El alcohol es un capítulo aparte. Sí se puede subir, pero no se puede beber. Al embarcar, los pasajeros deben entregarlo a la tripulación y solo lo recuperan al final del viaje. La razón es que la compañía quiere que el consumo se haga en los bares y restaurantes del barco.

Prohibiciones que algunos pasajeros no tienen en cuenta

Lucy también advierte sobre algo que muchos ni imaginan: los walkie-talkies y los monitores de bebé. Aunque parezcan inocentes, pueden interferir con los sistemas de comunicación interna. Y eso, en pleno mar, es un asunto serio.

Pero la prohibición más sorprendente es quizá la última: no se permite llevar cenizas humanas para esparcirlas en el mar. Muchos lo consideran un acto íntimo, incluso romántico. Sin embargo, para las navieras es un asunto legal y de seguridad marítima. Si se detectan, se retiran de inmediato.

La tripulante insiste: no se trata de fastidiar al pasajero. La lista de objetos prohibidos existe por una razón. Un ventilador puede provocar un cortocircuito. Un flotador gigante puede bloquear la piscina. Un simple dispositivo electrónico puede alterar los sistemas del barco. Todo tiene un porqué.

En cualquier caso, Lucy recomienda que, antes de hacer la maleta, hay que consultar siempre la normativa. Evitará disgustos en el embarque y permitirá disfrutar del crucero sin sobresaltos. Porque, como recuerda la tripulante, la clave de un viaje perfecto no está en lo que llevas contigo, sino en lo que decides dejar en casa.