Dicen que la vida bohemia tiene un precio. Y en el caso de Joaquín Sabina, ese precio parece haber sido alto. El artista que convirtió la calle en poesía, los bares en templos y las madrugadas en versos, ha visto cómo su fortuna se ha ido reduciendo con el paso de los años. A sus 76 años, el jienense sigue siendo un mito de la música española, pero, según muchos, “de todo lo que ha ganado, le queda poco y menos”.

El cantautor nunca se ha preocupado demasiado por el dinero. Lo suyo siempre fue vivir deprisa, escribir despacio y dejar que las cuentas las llevaran otros. De hecho, él mismo admitió entre risas ante un juez: “Siempre he sido un inútil para las cuestiones administrativas, incluso para el dinero”. Su talento no ha estado en sumar, sino en emocionar. Aun así, su patrimonio ronda los 6,7 millones de euros, una cifra considerable, pero que muchos consideran modesta para alguien con cinco décadas de éxitos y giras por medio mundo.

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Joaquín Sabina GTRES

Tras cinco décadas de éxito sobre los escenarios, Joaquín Sabina lleva una vida bohemia en Madrid

El universo económico de Sabina se sostiene sobre varias sociedades: Relatores S.L., Ultramarinos Finos S.L. y El Pan de mis Niñas S.L.. A través de ellas gestiona derechos de autor, alquileres y actividades artísticas, intentando poner orden en una carrera tan caótica como brillante. Tiene propiedades en Madrid y en Rota (Cádiz), pero sigue viviendo con la sobriedad de quien sabe que la verdadera riqueza no se guarda en los bancos, sino en los recuerdos.

Era tan pobre que no tenía más que dinero”, ha dicho en más de una ocasión. Y lo cierto es que no hay frase que lo defina mejor. Su casa en el barrio madrileño de La Latina es su refugio, un rincón lleno de libros, discos, cuadros y humo. Allí recibe a los amigos de siempre, escribe, canta, y sobre todo, vive sin preocuparse por las cifras.

A las puertas de abandonar los escenarios

No obstante, los problemas económicos también han llamado a su puerta. En 2023, el Tribunal Supremo lo condenó a pagar 2,5 millones de euros a Hacienda por irregularidades fiscales entre 2008 y 2010. Sabina no se escondió ni montó un drama: asumió el error y pagó. Dijo que no hubo “ingeniería fiscal”, solo torpeza de artista. Y siguió adelante, fiel a su costumbre de no dramatizar lo inevitable.

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EuropaPress Joaquín Sabina

Ahora, mientras prepara la despedida de la gira “Hola y adiós”, que culminará en noviembre de 2025, el músico se muestra tranquilo. Asegura que ya ha ganado todo lo que quería: el cariño del público, la libertad de escribir lo que piensa y la posibilidad de marcharse sin deudas con la vida.