Hay lugares que se convierten en refugio del alma. Espacios donde el tiempo parece detenerse y donde los recuerdos se sirven junto al plato. Para Joan Manel Serrat, ese sitio está en Cádiz, una tierra que siempre le ha recibido con afecto y sal, con mar y memoria. Desde 1974, el artista mantiene una cita personal con un restaurante muy especial: El Faro de Cádiz, un clásico gaditano que combina la tradición marinera con la hospitalidad andaluza.
La última visita del cantautor ha coincidido con su paso por la provincia con motivo del XIV Premio Cortes de la Real Isla de León, que le fue concedido por su trayectoria profesional y por su defensa de la libertad. Tras recoger el galardón en San Fernando, Serrat no dudó en acercarse a su rincón favorito, ese donde siempre se siente como en casa. Allí fue recibido por Mayte Córdoba, gerente del restaurante, con quien posó para una fotografía que El Faro de Cádiz compartió orgulloso en sus redes sociales.
Este es el restaurante favorito de Joan Manel Serrat en Cádiz
En la imagen, el artista sonríe tranquilo, como si el tiempo no hubiera pasado. “Serrat ha vuelto a su casa, años después...”, escribieron desde el restaurante. Una frase sencilla, pero llena de cariño y de historia. Porque sí: Serrat lleva medio siglo regresando a ese mismo lugar, fiel a una costumbre que empezó casi por casualidad y que hoy forma parte de su propia biografía.

Fue en 1974 cuando el músico cruzó por primera vez las puertas del local. Aquella primera visita tuvo algo de improvisada. Actuaba entonces en el Cortijo de los Rosales, y antes del concierto fue invitado por la familia Pedreño a comer en El Faro, durante el bautizo del segundo hijo del periodista Juan Manuel Pedreño. Desde aquel día, el artista quedó prendado del sitio, del ambiente y de su cocina. “Aquí se come en la barra”, suele decir, recordando aquel primer encuentro con la gastronomía gaditana.
Lo visita desde 1974
Porque El Faro de Cádiz no es solo un restaurante. Es una institución. Su barra, siempre repleta de vida, es el corazón del local. Allí se sirven las tapas de cazón en adobo, los langostinos de Sanlúcar, el choco frito o los erizos de mar en temporada. Todo acompañado de un vino blanco frío, del murmullo del comedor y de una atención que mezcla el respeto con la alegría gaditana. Es, como muchos dicen, una catedral del sabor donde se mezclan pescadores, artistas y curiosos.
Serrat, que siempre ha sido amante de los bares auténticos, se siente parte del lugar. No necesita menú ni protocolos. Pide lo que haya y disfruta del ambiente. Habla con los camareros, observa a los clientes, sonríe. Para él, Cádiz es una mezcla de nostalgia y presente, de salitre y canciones. “Son aquellas pequeñas cosas”, como reza una de sus letras, las que le traen de nuevo cada cierto tiempo a este rincón junto al Atlántico.
Hoy, casi cincuenta años después de aquella primera comida, el cantautor sigue fiel a su costumbre. El Faro lo espera, como siempre, con la puerta abierta, el mostrador preparado y el aroma del mar colándose entre los platos.