Este 4 de junio, Isabel Preysler regresa oficialmente a su hábitat natural: los focos, los flashes y los eventos de alto perfil. Será durante la gala de los ELLE Style Awards celebrada en el emblemático Teatro Real de Madrid. Después de casi un año de apariciones contadas y una vida social prácticamente congelada, la matriarca del clan Preysler se presenta como siempre: impecable, segura y acompañada de su inseparable hija, Tamara Falcó. Pero el gran ausente de la noche, y no por casualidad, será Íñigo Onieva, el esposo de Tamara y, a estas alturas, un personaje incómodo en el universo de Isabel.
Aunque Tamara ha optado por el perdón y la reconciliación, su madre no olvida ni perdona. El escándalo que salpicó al clan en 2022 —la infidelidad de Onieva apenas días después del compromiso oficial— dejó heridas profundas. Para Isabel Preysler, no fue solo una traición a su hija, sino una humillación pública que aún resuena en los pasillos de su mansión. Por eso, la reina del papel couché no quiere compartir espacio con su yerno, ni siquiera por compromiso social.
Isabel impone condiciones: sin Íñigo y sin sonrisas fingidas
Según fuentes cercanas al entorno de la Preysler, la socialité ha dejado muy claro que sus apariciones públicas serán libres de tensiones familiares. Las condiciones para acudir a eventos incluyen una regla no escrita pero férreamente aplicada: Íñigo Onieva no es bienvenido. Aunque mantiene las formas y evita declaraciones explosivas, Isabel no tolera la presencia del empresario en actos donde ella figure como invitada estelar.
Y es que, para muchos, el veto tácito a Onieva no es más que la confirmación de lo que ya era un secreto a voces: la relación entre Isabel e Íñigo es prácticamente nula. Se saludan lo justo, se evitan siempre que es posible y, en reuniones familiares, la tensión se corta con cuchillo. La madre de Tamara prefiere preservar su imagen antes que forzar sonrisas hipócritas ante los medios. Una decisión estratégica… y muy preysleriana.
El resurgir mediático de Isabel Preysler: selectiva, elegante y con mensaje
Una de las últimas ocasiones en las que Isabel posó para los medios fue en los propios ELLE Style Awards del año pasado, acompañada también por Tamara. Vestida de rojo pasión, acaparó titulares y miradas. Ahora, meses después y tras un silencio estudiado, regresa por la puerta grande. Pero lo hace con una narrativa clara: más selectiva, más poderosa y más dueña de su imagen que nunca. Ya no asiste a cualquier evento. Su presencia está reservada a momentos muy contados, donde moda y prestigio se combinan con elegancia.
En los últimos meses, su agenda social ha sido muy reservada. Solo cuatro photocalls en un año, todos cuidadosamente elegidos. En agosto del año pasado la vimos apoyar a su hijo Julio Iglesias Jr. en Starlite. Más tarde, acompañó a Tamara en una fiesta organizada por Pedro del Hierro, y en octubre posó en los Premios Mujer Hoy junto a sus hijas Tamara Falcó y Ana Boyer. Cada aparición tiene un propósito familiar o de marca, como si cada paso respondiera a una estrategia de imagen milimetrada. Mientras tanto, Íñigo Onieva queda relegado al margen, sin invitación, sin espacio y sin posibilidad de redención pública. Puede que la marquesa de Griñón haya apostado por una segunda oportunidad, pero su madre no negocia con traidores.