Desde hace décadas, Isabel Preysler ha sido símbolo indiscutible de elegancia, sofisticación y belleza. Pero esta vez, el lujo no viene en forma de vestido de alta costura o joya millonaria, sino de prótesis malares implantadas bajo sus pómulos, una revelación que ha desatado un auténtico tsunami mediático. La socialité filipina, madre de la marquesa Tamara Falcó, ha dejado boquiabiertos a propios y extraños con una transformación facial que, lejos de aplaudirse, ha generado un alud de críticas y comentarios lapidarios en redes sociales.
A sus 74 años, Isabel Preysler no ha escatimado esfuerzos ni recursos para mantenerse en la cima de los estándares de belleza, aunque en esta ocasión el resultado ha generado opiniones encontradas. La reciente revelación de que utiliza dos prótesis faciales para redefinir el contorno de su rostro ha despertado preguntas sobre si la búsqueda de la juventud ha sobrepasado ciertos límites. El rostro de la ex pareja del fallecido Mario Vargas Llosa, que en otro tiempo irradiaba una elegancia natural, ahora luce más tenso y marcado. No obstante, para muchos, el cambio ha sido tan radical que resulta casi irreconocible.
El precio de la perfección: más de 90.000 euros en cirugías estéticas
No es un secreto que Isabel ha invertido una fortuna en tratamientos de rejuvenecimiento. Desde lifting faciales y rinoplastias hasta bichectomías y bótox, su historial quirúrgico rivaliza con el de cualquier estrella de Hollywood. Pero es la colocación de las prótesis malares, fabricadas con materiales como el PEEK, lo que ha causado mayor revuelo. Estos implantes, pensados para devolver volumen y corregir asimetrías, han transformado su rostro hasta el punto de despertar sospechas de un exceso quirúrgico.
Expertos en cirugía estética coinciden en que, aunque las prótesis faciales pueden lograr resultados sorprendentes, en el caso de Isabel Preysler el efecto ha sido excesivamente evidente y poco armónico, otorgando al rostro una apariencia artificial que ha generado controversia. Las prótesis malares, diseñadas para resaltar y rejuvenecer el contorno facial, han marcado sus facciones de manera tan pronunciada que muchos consideran que se ha perdido la naturalidad que la caracterizaba. Además, varios especialistas sospechan que, junto a los implantes, Preysler podría haberse sometido a infiltraciones de ácido hialurónico para aumentar aún más la proyección de los pómulos. El resultado es un rostro que, si bien aparenta juventud, transmite una expresión rígida y carente de emoción.
Cirugías cuestionadas y famosas indignadas: la crítica de Carmen Lomana
Como si fuera poco, el arsenal estético de Isabel incluye un blanqueamiento dental, una blefaroplastia para rejuvenecer su mirada y tres rinoplastias que han cambiado radicalmente su perfil nasal, recordando a los excesos de Michael Jackson. El coste total de estas intervenciones ronda los 90.000 euros. Sin embargo, más allá de la inversión económica, los posibles efectos secundarios podrían tener un precio aún más alto: el riesgo de perder su credibilidad en materia de belleza.
La polémica ha escalado a tal nivel que hasta Carmen Lomana ha lanzado un dardo envenenado. Durante una intervención televisiva, Lomana soltó sin filtros. "¡Qué pena y qué mal operada está! Hay gente que está maravillosamente bien operada y otras que no". Una opinión que muchos comparten pero pocos se atreven a decir en voz alta. Isabel Preysler, fiel a su estilo reservado, no ha hecho declaraciones sobre las cirugías. Algunos interpretan su silencio mediático como una jugada maestra para preservar su imagen pública. Otros, como un síntoma de descontento con los resultados. Lo cierto es que su nueva apariencia ha abierto un debate incómodo pero necesario sobre los límites de la cirugía estética en la élite mediática.