La reina del papel couché, Isabel Preysler, vuelve a estar en el centro del huracán mediático. Esta vez, no por sus relaciones sentimentales, ni por sus escasas apariciones públicas tras la muerte de Mario Vargas Llosa, sino por un oscuro episodio del pasado que ha permanecido oculto durante años. El reconocido bailarín y coreógrafo Nacho Duato ha lanzado una bomba informativa en pleno directo en el plató de 'Y ahora Sonsoles', al revelar un tenso encontronazo con Miguel Boyer, el difunto esposo de Isabel.
Lo que parecía una conversación cordial con la socialité en un local de moda madrileño, acabó en agresión y escándalo, cuando Boyer irrumpió con violencia y celos infundados. “De pronto vino Miguel Boyer, su marido, me cogió por la espalda y uno de sus guardaespaldas me tiró al suelo”, confesó Duato ante la audiencia estupefacta. Lo más grave no fue solo el altercado, sino la confesión posterior de Preysler, quien le habría llamado para disculparse, atribuyendo la conducta errática de su marido a un problema con la bebida.
Miguel Boyer: una figura respetada con una sombra personal nunca antes expuesta
Hasta ahora, la imagen pública de Miguel Boyer había sido la de un hombre intelectual, exministro de Economía, cercano al poder y al refinamiento de su círculo social. Sin embargo, las palabras de Duato introducen un matiz inquietante: “Al día siguiente me llamó Isabel Preysler y yo estaba en la bañera. Me dijo que le sabía muy mal lo que había pasado, pero que su marido era muy celoso y bebía un poco”. Una frase aparentemente trivial, pero que abre la puerta a un secreto cuidadosamente enterrado.
Esta revelación, lejos de ser un simple comentario, podría ser la punta del iceberg de una verdad mucho más incómoda. En un entorno donde las apariencias lo son todo, admitir un problema de adicción es impensable. La élite a la que pertenece Preysler ha vivido siempre bajo un código de silencio, donde las debilidades no tienen cabida. Pero ahora, ese pacto no escrito ha sido roto.
La estrategia del silencio: ¿encubrimiento o protección familiar?
Durante décadas, Isabel ha proyectado una imagen impoluta, casi de realeza paralela. Dueña del glamour y la diplomacia social, nunca ha permitido que un escándalo la toque de cerca. Por eso, las palabras de Duato ponen en jaque esa narrativa cuidadosamente construida. ¿Sabía la prensa del supuesto problema de Boyer? ¿Hubo silencios comprados o simplemente una maquinaria mediática bien engrasada?
Lo cierto es que esta revelación llega en un momento delicado. La familia Preysler, ya sacudida por la exposición mediática de Tamara Falcó y las polémicas sobre su matrimonio, enfrenta ahora una nueva sombra que apunta directamente al legado de Miguel Boyer. En el mundo de los famosos, y más aún en el de los aristócratas del papel couché, la reputación es una moneda de alto valor.
Admitir una adicción en el entorno familiar no solo habría dañado el estatus de Isabel, sino también el futuro político y empresarial de sus hijos. Quizá por eso, el relato de Duato se convierte en una grieta inesperada en esa fachada perfecta. Y aunque Isabel, con su habitual elegancia, intentó suavizar el incidente con simpatía y cordialidad, la mancha ya está en la historia, indeleble. Las redes arden, los medios alternativos se hacen eco, y los expertos en crónica rosa ya hurgan en otras posibles irregularidades en el entorno del clan Preysler.