Con motivo de su 50 cumpleaños, Enrique Iglesias ha decidido reforzar los lazos familiares en el entorno más exclusivo de Estados Unidos: Indian Creek Island, también conocida como la isla de los millonarios. Este pedazo de paraíso en la bahía de Biscayne, donde viven personajes como Jeff Bezos, Ivanka Trump o Tom Brady, no es solo un lugar para desconectarse del mundo, sino también un símbolo de estatus reservado para una élite casi inalcanzable. Y es allí donde el cantante ha decidido abrir las puertas de su palacete veraniego a una invitada muy especial: su madre, Isabel Preysler.
En un gesto que ha generado tanto ternura como especulación, Enrique ha invitado a Isabel a pasar el verano con él, su pareja Anna Kournikova y sus tres hijos, en esta propiedad de ensueño. El gesto no es casual ni protocolario: surge en medio de una creciente preocupación por el deterioro físico y emocional de la reina del papel couché, quien ha sido vista recientemente con un aspecto alarmante y rodeada de asistentes que la ayudan incluso a subir escaleras.
La salud de Isabel Preysler en entredicho: ¿enfermedad crónica o simple desgaste físico por edad?
Fuentes cercanas a la familia aseguran que Isabel Preysler no atraviesa su mejor momento. Según declaraciones del paparazzi Sergio Garrido, la socialité estaría recibiendo atención médica domiciliaria en total secreto. La hipótesis más inquietante, surgida en medios latinos con corresponsales en Miami, apunta a una enfermedad crónica degenerativa que estaría obligando a Isabel a llevar una vida más recluida y monitoreada.
El círculo íntimo de los Iglesias-Preysler guarda silencio absoluto, pero las señales son evidentes: rostro apagado, movimientos torpes y una actitud distante. Por ello, su hijo Enrique ha tomado la iniciativa de ofrecerle un oasis de paz y cuidado en una mansión valorada en 25 millones de dólares, donde Isabel podrá recuperar fuerzas sin presión mediática. Una especie de exilio dorado, con piscina infinita, embarcadero privado, gimnasio y hasta chef personal, que pretende ser el bálsamo para una mujer acostumbrada al lujo, pero no a la fragilidad.
Un veto contundente: Iñigo Onieva no pisa Indian Creek
Pero no todo es armonía en esta escapada de lujo. Enrique Iglesias ha puesto una condición tajante a la visita de su madre: Iñigo Onieva no es bienvenido en su casa. El cantante nunca ha ocultado su recelo hacia el marido de su hermana Tamara Falcó, con quien mantiene una relación tensa desde el inicio de su mediática relación. De hecho, Enrique se ausentó deliberadamente de la boda, lo que dejó entrever la magnitud de su desagrado.
Esta exclusión no ha sido cuestionada por Isabel, sino que, al contrario, ha sido respaldada por ella, ya que aparentemente también ha optado por mantener distancia con su yerno después de los múltiples escándalos que afectaron su relación con Tamara. Así, la casa de Enrique Iglesias se convierte en un refugio con acceso restringido, donde la privacidad prevalece y los lazos familiares se refuerzan para protegerse de cualquier polémica externa.
La mansión, de más de 2.000 metros cuadrados, está equipada con siete habitaciones, doce baños, salón de juegos, zona de vinos y espacios recreativos para niños, lo que garantiza el confort absoluto para una mujer que ha pasado su vida entre sedas y porcelanas. Incluso el entorno natural parece estar diseñado para su descanso: jardines amplios, puestas de sol frente al mar y un silencio que solo es interrumpido por las risas de sus nietos.