Desde finales de los años sesenta, cuando llegó por primera vez a España, Isabel Preysler ha formado parte de los círculos más exclusivos del país. A lo largo de su vida, ha compartido momentos y relaciones con cantantes, políticos, aristócratas y reconocidos intelectuales, consolidando su presencia en la élite social. En Madrid, se mueve con la naturalidad de quien conoce de memoria las reglas no escritas del poder y la influencia. No hablamos de actos oficiales o recepciones abiertas a la prensa, sino de reuniones privadas, reservadas para unos pocos.
Entre esos escenarios destaca el Real Club de Puerta de Hierro: un enclave que combina historia, lujo y discreción, y cuya admisión está reservada a un número muy limitado de socios. Allí, Isabel Preysler mantiene intacto su estatus, ejerciendo su influencia sin estridencias y con la elegancia que siempre la ha caracterizado. Este santuario, fundado en 1895 y ubicado en plena Casa de Campo, es mucho más que un club: es un filtro social que separa a la élite del resto del mundo. Con un historial de socios que incluye a la jurista Esperanza Aguirre, el aristócrata Carlos Fitz-James Stuart, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y hasta miembros de la realeza como el rey emérito Juan Carlos I, su fama de inaccesible lo ha convertido en un símbolo de estatus al que incluso muchos millonarios jamás lograrán entrar.
Real Club de Puerta de Hierro: el refugio impenetrable de la alta sociedad
Pertenecer a este club no solo implica pagar cifras astronómicas, sino también llevar un apellido que pese en la historia de España. Desde 1987, la lista de admisiones está cerrada, y el acceso solo se permite a descendientes directos o cónyuges de miembros, siempre que el matrimonio siga en pie. Un divorcio, por ejemplo, puede significar perder de un plumazo el acceso a este edén de 235 hectáreas.
A diferencia de otros clubes, no hay lista de espera ni solicitudes públicas. Ser invitado ocasionalmente es posible, pero bajo estrictas condiciones: pago adicional, código de vestimenta impecable y acceso limitado a ciertas áreas. El comedor principal, por ejemplo, exige a los hombres traje y corbata, una norma inquebrantable que recuerda la herencia de los clubes británicos que inspiraron su creación. Y aunque muchos miembros apenas lo visitan, la mayoría prefiere seguir pagando sus cuotas para que sus hijos y nietos puedan heredar el privilegio. Y no es para menos: hablamos de un entorno que ofrece dos campos de golf, pistas de tenis y pádel, hípica, sauna, gimnasio, piscinas separadas por edades y hasta una capilla.
Las cifras para entrar en el club más exclusivo de España
El Real Club de Puerta de Hierro no es un capricho barato. Convertirse en socio principal ha supuesto desembolsar 300.000 euros de entrada, además de 284 euros trimestrales por mantenimiento. Los cónyuges pagan 58.913 euros, y los aficionados al golf deben sumar una cuota anual de 672,50 euros. Incluso los socios deben pagar extra por reservar una pista de pádel o utilizar la piscina.
En este lugar, el tiempo parece detenerse y la discreción es ley. No se permiten fotos ni grabaciones y, según cuentan algunos socios, las conversaciones que allí se escuchan jamás llegan al exterior. No sorprende entonces que Isabel Preysler siga ocupando un puesto destacado en este bastión de la élite. Su capacidad para moverse entre diferentes mundos —de la alta aristocracia a los negocios, pasando por el espectáculo— la convierte en una figura clave en un club que valora tanto la discreción como la influencia.