En una era donde la fama se mide en seguidores y escándalos, Kim Kardashian ha alcanzado un dudoso logro: colarse en el top 10 de las celebridades más odiadas de Estados Unidos en 2025. Según los últimos datos revelados por el popular portal Ranker, la estrella de reality y empresaria ocupa el puesto número diez en una lista encabezada por figuras aún más polémicas como Puff Diddy o Meghan Markle.

Pero lo que más sorprende no es su presencia en el listado, sino la intensidad con la que el público estadounidense expresa su rechazo hacia ella. ¿A qué se debe ese odio desmedido? ¿Qué ha hecho Kim Kardashian para pasar de ser la reina de las alfombras rojas a ser el blanco de las críticas más feroces? La respuesta es una mezcla explosiva de incongruencias públicas, vida de excesos y una imagen cuidadosamente construida... que empieza a resquebrajarse.

Hipocresía de lujo: Kim Kardashian, el icono de la doble moral

A primera vista, Kim Kardashian parece comprometida con las causas sociales, incluso ha posado con un suéter naranja para promover el control de armas. Sin embargo, esta imagen de activista se desploma cuando se filtra que posee un revólver con empuñadura de diamantes y disfruta de prácticas de tiro recreativas. ¿Defensora de la paz o aficionada a las armas de fuego? El público no perdona las contradicciones, y menos aún cuando vienen envueltas en lujo y ostentación. Tampoco ayuda su estilo de crianza. Mientras aboga por la protección de la infancia frente al acoso mediático, exhibe a su hija North West con atuendos de diseñador en primera fila de desfiles internacionales.  Los críticos la acusan de usar a sus hijos como accesorios de moda, una práctica que ha generado una ola de indignación en redes sociales y foros de opinión.

La reina del "show" fingido: mentiras, maquillaje y manipulaciones televisadas

Lo que alguna vez se vendió como un "reality" honesto, se ha revelado como una producción cuidadosamente manipulada. Fuentes cercanas al equipo de ‘Keeping Up with the Kardashians’ y de ‘The Kardashians’ han confirmado que varias escenas icónicas de ambos programas, incluso las propuestas de matrimonio que parecían espontáneas, fueron fingidas o regrabadas. Incluso se ha especulado que Kim Kardashian habría utilizado un “tear stick”, un producto que provoca lágrimas artificiales, para simular llanto frente a las cámaras.

En resumen, su vida real tiene tanta autenticidad como una telenovela de horario vespertino. Y no olvidemos el escándalo que rodeó su presunta filantropía. En 2013, Kim subastó ropa para supuestamente ayudar a las víctimas del tifón Haiyan. Pero documentos revelaron que solo el 10% de lo recaudado fue a parar a los damnificados, mientras que el resto habría engrosado las arcas personales de la socialité.

En un mundo cada vez más sensibilizado ante la desigualdad, Kim Kardashian se ha convertido en el rostro del privilegio excesivo. Su estilo de vida de millones de dólares, sus vacaciones en jets privados y su desfile constante de lujo contrastan brutalmente con la realidad de millones de estadounidenses que luchan por llegar a fin de mes. Además, sus cambios de imagen —que van desde su faceta de influencer superficial hasta su supuesto despertar como abogada social— no convencen. Para muchos, estos giros no son más que estrategias de marketing diseñadas para renovar su marca personal, pero sin ninguna genuina transformación de fondo.