Hollywood ha tenido muchas historias turbias, pero pocas tan contradictorias como la de Drew Barrymore, la eterna niña prodigio de E.T., quien destapó otra pieza clave de su complicada infancia: no podía probar el azúcar, pero sí se movía con total libertad entre el alcohol, las drogas y el desenfreno nocturno. Una paradoja tan cruel como inverosímil que muestra hasta dónde llegaba la doble moral de su entorno familiar.

La actriz ha confesado en su podcast Drew’s News que mientras su madre le prohibía dulces, galletas o chocolates, nadie parecía alarmarse porque, con apenas 10 años, ya frecuentaba discotecas como Studio 54, rodeada de excesos que cualquier adulto difícilmente resistiría. La infancia de Drew Barrymore estuvo marcada por la explotación infantil en el cine y la exposición temprana a vicios peligrosos, que la llevaron a un psiquiátrico a los 13 años tras una sobredosis de caos.

Drew Barrymore y la explotación infantil en Hollywood

Lo que para millones era la cara angelical de una estrella infantil, era en realidad un infierno disfrazado de glamour. La presión por mantenerse en el radar de los grandes estudios llevó a sus padres a controlar exhaustivamente su alimentación. La estricta dieta de Drew Barrymore se convirtió en un arma de control, diseñada para mantenerla “en forma” para los castings, mientras los excesos más letales quedaban impunes dentro de su entorno.

El propio Rob Lowe, invitado a su podcast, recordó que cada vez que un niño confesaba que sus padres no le dejaban comer azúcar, sabía que tarde o temprano acabaría devorándolo a escondidas. Drew lo confirmó entre risas amargas: se encerraba en un armario para comerse un trozo de chocolate a escondidas. “Mi madre no me dejaba comer azúcar. Studio 54 y la hierba y el alcohol les parecía bien, pero no me dejaban ni tocar el azúcar. Pero yo lo hacía, me comía el chocolate a escondidas, en el armario”, explicó la actriz. “Todos los demás hábitos podía hacerlos a la vista de todos, pero el azúcar era algo que solo podía hacer en el armario”, añadió Barrymore.

Una adolescencia fuera de control: drogas, clubes y abandono escolar

La actriz no oculta que, en lugar de asistir a clases, pasaba las noches en clubes nocturnos, robaba el coche de su madre y vivía “fuera de control”. La adolescencia de Drew Barrymore fue un torbellino de adicciones y excesos, a los que se sumaba la ausencia de una verdadera estructura familiar. Su madre, empeñada en hacer de ella una estrella, olvidaba que detrás de la fama había una niña con necesidades reales.

Con el paso de los años y tras más de tres décadas de terapia, Drew admite que probablemente lo que necesitaba no era libertad absoluta, sino disciplina y límites que nunca llegaron. Esa ausencia de contención la llevó a un ingreso psiquiátrico a los 13 años, un episodio que ella misma define como el “reinicio” de su vida. Desde entonces, aprendió a reconstruirse, aunque la herida con su madre nunca cicatrizó por completo. Hoy, a sus 50 años, Barrymore habla con franqueza de aquellos días oscuros que, paradójicamente, la hicieron más fuerte. Aunque reconoce que hubo largos períodos de silencio con su madre, también admite que ambos cargaban con demasiado dolor.