La idea de que envejecer es algo inevitable está siendo cuestionada. Y quien lo hace no es un gurú sin credenciales, sino uno de los científicos más influyentes del mundo: David Sinclair. Profesor en la Universidad de Harvard, genetista y divulgador, sostiene que la vejez no es un destino escrito, sino una enfermedad que puede prevenirse, retrasarse e incluso revertirse.

Con más de 25 años de investigación, Sinclair ha dedicado su carrera a entender por qué envejecemos y cómo frenar ese proceso. Según explica, solo el 25% de nuestra longevidad depende de la genética. El otro 75% está en nuestras manos: en lo que comemos, en cuánto nos movemos, en cómo dormimos y hasta en la manera en que gestionamos el estrés. No hay fórmulas mágicas, dice, pero sí una verdad incuestionable: los hábitos diarios son la mejor medicina contra la edad.

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El envejecimiento, según el experto, es evitable

El investigador australiano se ha convertido en una referencia mundial. Ha recibido premios de prestigiosas instituciones, cuenta con 35 patentes y ha fundado varias empresas de biotecnología que buscan frenar el envejecimiento. La revista Time lo incluyó entre las 100 personas más influyentes del planeta. Además, su libro Lifespan se convirtió en un éxito internacional al defender una tesis provocadora: la vejez no es natural, es tratable.

Su laboratorio ha identificado que una de las claves del envejecimiento está en el epigenoma, ese conjunto de mecanismos que dicen a los genes cuándo deben activarse o apagarse. Con el paso del tiempo, esta “memoria celular” se degrada, como un CD rayado que pierde información. Y es entonces cuando las células dejan de funcionar como deberían. Para Sinclair, ese es el origen de la mayoría de las enfermedades asociadas a la edad.

Pero su propuesta no se queda en la teoría. En ensayos de laboratorio ha conseguido revertir el envejecimiento en células humanas y restaurar la visión en ratones con nervios ópticos dañados, utilizando los llamados factores de Yamanaka. En los próximos años, asegura, se realizarán los primeros ensayos clínicos en humanos. El objetivo es ambicioso: demostrar que se puede rejuvenecer órganos y tejidos sin perder identidad celular.

Mientras tanto, Sinclair insiste en lo que ya está al alcance de todos: alimentación equilibrada, menos calorías, ejercicio físico regular y exposición controlada al frío o al calor. “Sentir hambre, frío o falta de aire activa nuestras defensas naturales”, explica. Y añade que más del 80% de la salud futura depende del estilo de vida. Es decir, que la juventud puede alargarse si aprendemos a vivir de otra manera.

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Sinclair asegura que la vejez se puede tratar y “curar”

El impacto de estas investigaciones va más allá de lo individual. Un aumento de solo dos años en la esperanza de vida saludable podría suponer billones de dólares de ahorro en sistemas sanitarios. Personas que llegan a los 90 años sin enfermedades crónicas significan menos gasto, más productividad y más tiempo de calidad con hijos y nietos.

Para Sinclair, lo revolucionario no es querer vivir más, sino vivir mejor. “La vejez es una enfermedad”, repite. “Y como toda enfermedad, puede ser tratada y curada”. Lo que antes parecía ciencia ficción, asegura, está mucho más cerca de convertirse en realidad.