David Beckham ha pasado de dominar el balón a patrullar su propia casa como si fuera un estadio a puerta cerrada. El exfutbolista, convertido hoy en empresario global, ha reconocido que convive desde hace años con un trastorno obsesivo compulsivo que marca su día a día y, sobre todo, sus noches. Porque cuando el resto de la familia duerme, Beckham entra en acción.

Y es que la calma nocturna no es descanso para él, sino todo lo contrario. Mientras Victoria y los niños ya están en la cama, David inicia su particular ronda de inspección doméstica. Luces, velas, cojines, armarios, porque todo debe estar exactamente como él considera correcto. Si algo falla, no puede dormir tranquilo. Literalmente.

El orden como religión doméstica

El orden no es una manía pasajera, es una forma de vida. Su vestidor no se organiza solo por colores, sino por tonos, tamaños y simetría milimétrica. Las camisetas deben doblarse de una manera concreta y colocarse para que sobresalgan lo justo. Ni un centímetro más, ni uno menos. Para Beckham, el caos empieza cuando algo se sale de su sitio. La cocina es otro campo de batalla. Ver una taza sin lavar o un bol olvidado le genera auténtico malestar. Por eso, antes de acostarse, revisa que no quede rastro del día. Lo confiesa sin tapujos: levantarse por la mañana y encontrar desorden es algo que no soporta. Prefiere perder horas de sueño antes que convivir con eso.

David Beckham GTRES

Sus paseos nocturnos son ya rutina. Ajusta la intensidad de las luces, limpia restos de cera de las velas y recoloca lo que alguien haya movido sin pensar. No lo hace por gusto, sino por necesidad. Él mismo define este comportamiento como agotador, aunque inevitable. Su cabeza no desconecta si la casa no está en perfecto equilibrio. No es algo nuevo. Ya en 2006 admitió que el orden le obsesionaba, pero con los años entendió que iba más allá de una simple manía. En 2023 decidió ponerle nombre y hablar abiertamente de su TOC, coincidiendo con su 48 cumpleaños.

Vivir con ello, no contra ello

En su entorno lo conocen y lo aceptan, aunque no siempre lo entienden. Beckham ha aprendido a convivir con ese impulso constante de control, sabiendo que forma parte de él. No lo romantiza ni lo disfraza: es cansado, es pesado y a veces desesperante.

Pero así es David Beckham cuando se apagan las luces. El icono mundial duerme poco, pero descansa mejor si todo está exactamente donde debe estar. Aunque eso signifique darse otra vuelta por la casa cuando todos ya sueñan.