Salvador Dalí es uno de los pocos artistas que pudo ver con sus pocos ojos su fama, ya que a los pintores no se les reconocía su arte, las obras de arte no valían nada, se revalorizaron con el tiempo y tras la muerte de sus creadores. El pintor también era considerado una persona poco cuerda. Era frecuente verlo por algunas localidades de Girona, como Cadaqués o Figueres, donde está su casa y su museo, respectivamente.

Dalí lleva ese nombre por su hermano. Falleció y sus padres quisieron ponerle Salvador, como su hijo muerto, esto provocó una crisis de identidad en el pintor porque no sabía si era una reencarnación de su hermano. La madre de Dalí también falleció siendo él muy joven y su padre se casó con la hermana de ésta, la tía del artista, algo que tampoco comprendió.

Ensesa Gubert Salvador Dalí
Ensesa Gubert Salvador Dalí

El artista es conocido por su bigote, que no es más que un homenaje al pintor andaluz Diego Velázquez, aunque él, como con todo, lo llevó al extremo, al surrealismo.

Mucho se ha hablado de la homosexualidad de estos artistas, de hecho se dijo que tras una larga amistad entre ellos, Federico García Lorca llegó a sentir otras cosas por él, estaba enamorado. Aunque Dalí le siguió el juego porque le gustaba sentirse amado, finalmente acabó rechazándole.

El gran amor de Dalí fue Gala. Vivió tan enamorado de ella que una vez que la inmigrante rusa 11 años mayor que él falleció, la vida del pintor ya no tuvo sentido y se abandonó, murió tan solo dos años después de ella con 84 años.

El artista empezó sus estudios en la Facultad de Bellas Artes, pero cuando le preguntaron por el pintor y arquitecto del renacimiento Rafael, él aseguró saber mucho más y le expulsaron.

Dalí era una persona muy excéntrica prácticamente para todo. Era de gustos refinados. De hecho, algunos alimentos como los huevos, langostas, el pan o el queso aparecían representados en sus obras de arte como símbolos sexuales, religiosos o psicológicos. “De niño, quería ser cocinero. De mayor, quiero ser Salvador Dalí”, decía el pintor.

Los gustos refinados y excéntricos de Gala y Dalí en la alimentación 

Le gustaba consumir quesos fuertes, sus texturas y olores intensos le fascinaban, su favorito era el camembert. Asociaba el queso blando con formas surrealistas. Le gustaban los huevos fritos con la yema sin romper. Le provocaban entre atracción y repulsión. Amaba las langostas, hasta el punto de diseñar un teléfono con una langosta de auricular.

Aún siendo catalán, amaba la comida francesa, tal vez por su cercanía. Le encantaba acompañarla con vino tinto. Llegó a publicar ‘Los diners de Gala’. Un libro que recogía las pinturas de los platos que amaba su esposa.

Para Dalí la cocina era un acto teatral. "El acto de comer es una de las únicas cosas serias que queda”, compartió.

Dalí y Gala organizaban cenas extravagantes, en ocasiones hacían a sus invitados disfrazarse de cosas absurdas. El pintor despreciaba los alimentos simples como las judías verdes. Él era un amante de los erizos de mar, los caracoles, las trufas o las aves exóticas.

Algunas de las recetas que aparecen en el recetario dedicado a Gala, las que él le hacía a ella, eran las ranas rellenas de trufas, los caracoles a la Dalí, la pierna de ternera al coñac con huesos caramelizados, el cerebro de ternera en gelatina con salsa verde o la langosta con chocolate caliente. Dalí mezclaba el lujo culinario con un toque de grotesco y erotismo.

Dalí comiendo
Dalí comiendo