La realidad a veces supera a la ficción, ¡y de qué manera! La británica Laura McPherson, de 35 años, ha sido acusada de estafar a su propia pareja tras fingir durante meses que padecía un cáncer terminal. El objetivo: sacarle más de 32.000 dólares destinados, según ella, a un supuesto tratamiento experimental que nunca existió. ¿A dónde fue a parar el dinero? A una operación de cirugía plástica de aumento de pechos.

El engaño comenzó de forma calculada, y no solo engañó a su marido sino también a sus hijos. La mujer, cuya identidad ha trascendido en la prensa local, lloraba asegurando que los médicos no le daban más de un año de vida. Hablaba de quimioterapias, de fármacos de última generación y de hospitales privados. Él, desesperado por salvarla, hipotecó su futuro: sacó préstamos, vació cuentas y buscó ayuda de familiares. Todo, convencido de que estaba luchando contra el reloj.
Laura McPherson le robó el dinero que estuvo ahorrando toda una vida
Pero la enfermedad nunca existió. Lo descubrió de la manera más cruel: una amiga en común confesó que la mujer había sido vista en una clínica estética, feliz con su nuevo busto, pagado al contado. La farsa se derrumbó en segundos.
El caso ha provocado un auténtico terremoto mediático. No solo por la frialdad del engaño, sino porque el dinero desapareció en caprichos personales mientras el hombre seguía creyendo que salvaba a la persona que amaba. “Me robó la vida, no solo el dinero”, declaró él, humillado y arruinado.
La justicia británica ya ha intervenido y la acusada deberá responder ante los tribunales por fraude y estafa. Su defensa, sorprendentemente, intenta alegar que no se trató de un delito sino de “una mala decisión financiera entre adultos”. Pero la fiscalía lo tiene claro: fingir un cáncer terminal para enriquecerse es un abuso de confianza intolerable.
Lo llamativo es que este tipo de engaños ya ha inspirado incluso a la ficción. En Netflix, Vinagre de manzana, una miniserie protagonizada por Kaitlyn Dever, narra la historia de Belle Gibson, la influencer australiana que aseguró haberse curado de un cáncer terminal con una dieta milagrosa.
Como la protagonista real de este fraude, Gibson levantó un imperio digital basado en la mentira y la desinformación hasta que fue descubierta y sancionada con más de 300.000 dólares.
Más allá de lo penal, estos episodios han abierto un debate social: ¿hasta dónde puede llegar la mentira en nombre de la vanidad o el negocio? Mientras ella pasea sus nuevos implantes, su pareja afronta deudas, desconfianza y un trauma que difícilmente se borrará. Una estafa con bisturíes que hiere mucho más que el bolsillo.