Margaret Mary Emily Anne Hyra, más conocida como Meg Ryan, nació en Connecticut en noviembre de 1961. En sus primeras películas usó su nombre real, se cambió el nombre cuando pasó a formar parte del sindicato de actores estadounidense, quiso usar el apellido de soltera de su abuela.

En los años 90 vivió su época de máximo esplendor. Fue conocida como “la novia de América” debido a su participación recurrente en comedias románticas, posiblemente las más vistas de aquellas épocas.

No obstante, Meg Ryan no pensó que se dedicará al mundo de la interpretación. De hecho, cuando le surgió su primera oportunidad como actriz se encontraba estudiando periodismo. Empezó a aparecer en anuncios de conocidas marcas como la cadena de hamburguesas Burger King y en series como As the World Turns.

Su primera película, ‘Ricas y famosas’ se estrenó en 1981. Le siguió Amityville III, y Armados y peligrosos en 1986. Ese mismo año grabó ‘Top Gun’ junto a Tom Cruise. Meg Ryan se ponía en la piel de Carole Bradshaw, la esposa del oficial de vuelo naval Nick Bradshaw y madre de Bradley Bradshaw.

Al año siguiente Meg Ryan participó en la película El chip prodigioso y conoció el amor, se enamoró de su compañero de reparto con quien mantuvo una relación de una década y formó una familia. Tuvo a Jack Quaid, su primer hijo, fruto de su unión con Dennis Quaid.

Una de sus películas más recordadas fue ‘Cuando Harry encontró a Sally’. Después de varias películas tuvo un nuevo éxito, ‘Algo para recordar’, que le supuso un Globo de Oro como mejor actriz de comedia o musical.

Meg Ryan antes
Meg Ryan antes

Meg Ryan se pasó al drama y perdió fuerza en el cine 

Después de numerosas películas quiso apartarse del apodo ‘la novia de América’ y optó por trabajos más dramáticos. En el film ‘En carne viva’ apareció como Dios la trajo al mundo y al público le chocó. A partir de ese momento fue disminuyendo su presencia en los medios.

Ahora permanece más detrás de las cámaras que delante de ellas. En 2015 no solo volvió como actriz con Ithaca sino que además probó suerte como directora.

Otro de los motivos de su fracaso se atribuye a su impactante cambio físico. A sus 61 años está prácticamente irreconocible. La actriz sufriría una dependencia a las cirugías. Habría desarrollado "overfill syndrome”, una enfermedad que se desarrolla a causa del abuso de sustancias de retoques estéticos. Se inyectó tanto bótox y ácido hialurónico que prácticamente perdió toda la naturalidad en su rostro. La actriz sufre una especie de “dismorfofobia”.