La reina Sofía vive un momento complicado. Desde hace semanas, apenas sale de Zarzuela. Sus rutinas se han reducido al mínimo. El personal asegura que pasa los días en silencio, con los ojos rojos y la mirada apagada.
El motivo es su hermana, Irene de Grecia, conocida como la tía Pecu. Su estado de salud es delicado. Apenas se mueve. Apenas habla. Muchas veces ni siquiera reconoce a quienes siempre la acompañaron. Los médicos hablan de un Alzhéimer avanzado. Esta situación ha golpeado con fuerza a Sofía.
Este verano ya se notó el cambio. La reina Sofía pensó incluso en no viajar a Mallorca. Al final, su estancia se limitó a la tradicional recepción en Marivent. Pasó apenas 48 horas en la isla. El resto del tiempo lo dedicó a cuidar de su hermana en Madrid, priorizando a Irene sobre cualquier compromiso social.

La reina Sofía se siente cada vez más sola
El distanciamiento familiar tampoco ayuda. Sus hijos mantienen diferencias internas. Felipe VI sigue firme en su posición: mantener al rey emérito fuera de la vida pública y controlar cualquier proyecto mediático. Las infantas Elena y Cristina opinan distinto, creen que ya se ha castigado suficiente y que Felipe debería suavizar su postura.
El apoyo de los nietos es escaso. La relación con la princesa Leonor y la infanta Sofía es mínima. Solo algunos familiares como Marichalar o Urdangarin la visitan de manera puntual, cuando necesitan estar en Zarzuela por vacaciones o asuntos personales, a menudo interesados.

Felipe VI, al lado de su madre en sus momentos más duros
Así las cosas, desde su regreso de Mallorca, Sofía apenas recibe visitas. Solo algunas personas cercanas logran verla. Las llamadas telefónicas son contadas. Se ha vuelto más reservada que nunca. Su preocupación constante por su hermana le ha quitado energía. Sus lágrimas son frecuentes y su estado físico preocupa al entorno. La reina ha adelgazado y come muy poco.
En este contexto, sus hijas, las infantas Elena y Cristina, se han convertido en su principal apoyo. Se turnan para cuidarla. No solo por Irene, también por Sofía. Saben que la reina está frágil, al límite de sus fuerzas. Felipe VI también pasa tiempo con ella. Los fines de semana, cuando su agenda lo permite, se queda junto a su madre. La escucha, la acompaña y a veces no puede contener las lágrimas al verla sufrir. La mañana del sábado se repitió la escena.