Durante más de dos décadas, la presencia de Paloma Rocasolano en Zarzuela fue más que la de la madre de Letizia. Su cercanía con la reina, con las nietas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, y su acceso a los lugares más reservados de la residencia real, le dieron un papel constante en el día a día de la familia real. Sin embargo, esa cercanía también generó tensiones dentro del palacio.

Paloma estuvo presente en todo: celebraciones, fiestas privadas y ocasiones especiales. Su figura se volvió central, y su influencia se notaba incluso en decisiones menores. Pero pronto empezó a incomodar. Algunos miembros de la familia real la percibieron como una intrusa. La reina Sofía, en particular, expresó su malestar por la libertad con la que Rocasolano circulaba por Zarzuela.

Jesús Ortiz, Paloma Rocasolano y Leonor / GTRES
Jesús Ortiz, Paloma Rocasolano y Leonor / GTRES

Paloma Rocasolano era una más en la Zarzuela

Los privilegios de Paloma tampoco pasaron desapercibidos. Contaba con habitaciones privadas, acceso al servicio de lavandería y a la cocina. Podía llevarse tuppers a casa y, durante la pandemia, se dice que pidió que le trajeran comida sin salir de la residencia. Para muchos, esto era un exceso que no correspondía a su posición. La relación cercana con Letizia no justificaba tantos beneficios.

El punto de inflexión llegó cuando Leonor y Sofía dejaron temporalmente la residencia. Ella había sido quien las había cuidado más tiempo durante su infancia. Pero sin las nietas presentes, la excusa para la permanencia prolongada de Paloma se reducía. Y luego llegó la bomba definitiva. Las revelaciones sobre la presunta relación de la reina Letizia y Jaime del Burgo afectaron su posición dentro de la monarquía.

Paloma Rocasolano
Paloma Rocasolano

Se acabaron los privilegios

Letizia perdió poder y aquí Felipe VI vio la oportunidad de establecer reglas claras sobre quién podía permanecer en Zarzuela y por cuánto tiempo. El monarca decidió que debía haber cambios. Y Paloma se vio afectada por ellos. A partir de ese momento, los controles sobre su acceso se endurecieron. Ya no podía moverse libremente por el palacio ni disponer de servicios como antes. Cada visita debía estar justificada y supervisada. Zarzuela dejó claro que la disciplina y la imagen de la familia real eran prioritarias.

Así las cosas, le dijeron que debía buscarse otro lugar en el que pasar los días. Podría quedarse alguna noche, pero nada de pasar semanas enteras. Los excesos del pasado quedaron atrás.