En un giro inesperado, el príncipe Harry estaría considerando cambiar legalmente su apellido, desatando una tormenta en los ya tensos pasillos de Buckingham Palace. Este movimiento, que parecería un simple acto administrativo, esconde una carga simbólica demoledora: el rechazo abierto al apellido Mountbatten-Windsor y la posible adopción del legendario apellido Spencer, el linaje materno que representa no solo el recuerdo de Lady Di, sino también una herida abierta que jamás cicatrizó.
Las versiones comenzaron a circular después de que el propio Harry expresara su frustración por los obstáculos que ha enfrentado para regularizar la documentación de sus hijos, Archie y Lilibet. La pregunta que resuena como un eco incómodo en las altas esferas del poder británico es clara: ¿Está Harry enviando un mensaje cifrado de ruptura definitiva con la Familia Real británica?
El apellido Spencer como bandera de independencia y desafío
¿Qué significa realmente que Harry quiera cambiar su apellido? No se trata de una simple firma o de un trámite burocrático más. El uso del apellido Spencer implicaría cortar los últimos lazos simbólicos que lo unen a la realeza, a su padre el rey Carlos III, y a todo lo que representa la Corona. Es, en esencia, una declaración de independencia disfrazada de decisión personal. Según fuentes cercanas al duque de Sussex, la idea habría sido evaluada durante una conversación confidencial con su tío Charles Spencer, quien le habría pedido prudencia. Pero el movimiento ya estaba en marcha. El rumor se esparció como pólvora entre los tabloides británicos y avivó la teoría de que, lejos de buscar la reconciliación, Harry estaría preparando el terreno para un distanciamiento irreversible.
Harry y el dilema de sus hijos: ¿Windsor, Sussex o Spencer?
En el centro de esta tormenta se encuentran dos figuras clave: Archie y Lilibet. Ambos, por derecho, ostentan los títulos de príncipes tras la ascensión de Carlos III. Sin embargo, la ambigüedad legal y las maniobras palaciegas han mantenido en el limbo el reconocimiento oficial de esos títulos, lo que habría encendido la furia de Harry. Las demoras en los pasaportes, los pretextos burocráticos y los silencios incómodos habrían colmado la paciencia del hijo menor de Diana. Según se ha filtrado, el duque planteó seriamente que si sus hijos no podían ser Sussex, entonces pasarían a llamarse Spencer, una alternativa que —aunque legalmente factible— sacudiría los cimientos de la Casa Windsor como ninguna otra decisión lo ha hecho desde la abdicación de Eduardo VIII.
Cambiar de apellido es, para cualquier miembro de la realeza, una afrenta directa al linaje, al deber y a la historia. Pero para Harry, es también una forma de tomar el control narrativo de su vida, algo que ha perseguido desde su explosiva salida de la institución junto a Meghan Markle. El apellido Spencer no solo representa a su madre, sino también la libertad que la monarquía nunca le concedió.
Expertos como Charles Rae no se han guardado opiniones. Según declaró a The Sun, el deseo de cambiar de apellido demuestra que Harry “no sabe lo que quiere hacer”, y lo acusa de lanzar un mensaje contradictorio después de pedir, hace apenas semanas, una tregua con su padre. ¿Conciliador o estratega? ¿Víctima o provocador? A pesar del revuelo, aún no se ha formalizado ningún cambio legal, y voces internas afirman que Charles Spencer estaría intentando disuadirlo.