Cada verano, el Club Náutico de Palma se convierte en uno de los escenarios más fotografiados de la realeza española. Veleros, regatas, brindis al atardecer y saludos entre socios. Todo muy tradicional, muy exclusivo y muy repetido año tras año. Todo, menos una cosa: la reina Letizia. Su ausencia no es casual ni nueva. Hace tiempo que no aparece por allí, y según quienes conocen los entresijos de ese entorno, no tiene intención de volver.
No se trata de una agenda apretada ni de compromisos institucionales. El motivo es más incómodo: la relación entre Letizia y el Club Náutico nunca fue buena. Desde sus primeras visitas, se sintió fuera de lugar. No conectó con el ambiente, no se integró con el grupo habitual y, en más de una ocasión, recibió gestos fríos por parte de algunos miembros del círculo náutico. Nada evidente, nada directo, pero sí lo suficiente como para hacerle sentir que no encajaba.
Cuentan que en su momento llegó a decir que no volvería, y hasta ahora ha cumplido su palabra. Y es que la distancia no es solo emocional: es una decisión firme, sostenida con el paso del tiempo y mantenida incluso cuando su presencia podría haber sido protocolariamente esperada.
Una ausencia con mensaje
Mientras el rey Felipe sigue participando en las regatas con naturalidad y buen ánimo, Letizia opta por mantenerse completamente al margen. No hay actos paralelos, ni visitas improvisadas, ni apariciones puntuales. Su desvinculación del club no necesita explicación oficial: es evidente que ha elegido no formar parte de ese entorno, y lo ha hecho con absoluta determinación.

En el fondo, lo que hay es una incompatibilidad difícil de disimular. El club representa un ambiente muy tradicional, muy de élite, en el que las dinámicas sociales se mueven con códigos que Letizia nunca ha compartido ni ha intentado adoptar. Y aunque la monarquía puede permitir ciertos equilibrios, este es uno de los casos donde se ha optado por la distancia definitiva.
A día de hoy, nadie espera que Letizia reaparezca por el Náutico. Y nadie en el club parece esperarla tampoco. La ausencia ha dejado de ser una novedad para convertirse en norma. Y con el paso del tiempo, el gesto silencioso ha dicho más que cualquier comunicado: simplemente, hay lugares donde no todos encajan.