La imagen pública de Letizia Ortiz está milimétricamente calculada: elegante, pulcra, exigente. La vemos como una figura imperturbable que encarna el ideal de perfección institucional. Sin embargo, el pasado de la ahora reina de España está plagado de sombras que la Casa Real ha intentado tapar con una gruesa capa de maquillaje y retoques estéticos. Y uno de esos episodios oscuros —tal vez el más íntimo y humillante— gira en torno a su dentadura incompleta en la adolescencia, que le valió el despiadado apodo de “la mellada” entre sus compañeros.
Según fuentes recogidas en el blog “La Más Rumana” y citadas por el escritor Javier Bleda, Letizia perdió un diente a edad temprana y no pudo reemplazarlo debido a las dificultades económicas de su familia. Lejos del lujo y el poder que hoy ostenta, la joven Letizia vivió una infancia humilde, marcada por inviernos helados sin calefacción, repetidas cenas frugales de acelgas y patatas y prendas de ropa con pelotillas de lana. Su primo, David Rocasolano, relató cómo, incluso en casa, ella y sus hermanas se envolvían en edredones para soportar el frío.

Letizia Ortiz: de "Leti dentada" a reina de España
La precariedad económica de los Ortiz Rocasolano era un secreto a voces entre quienes convivieron con la futura reina. Sus padres, trabajadores con sueldos modestos, no podían permitirse ortodoncias ni tratamientos dentales para sus hijas. Por eso, durante años, Letizia vivió con una sonrisa incompleta. Según testimonios recogidos por antiguos compañeros de universidad en el blog ‘La Más Rumana’, llegaron incluso a organizar una colecta para pagarle el implante dental, aunque nadie quiso participar. El rechazo era generalizado: su carácter frío, distante y ambicioso la convertía en una figura poco querida entre sus colegas.
Y es que la joven Letizia ya apuntaba alto. No se conformaba con los informativos: tenía una obsesión clara por escalar en el mundo del periodismo, aunque eso implicara arrimarse a quien hiciera falta. Testigos aseguran que buscaba desesperadamente conexiones con figuras influyentes, incluso persiguiendo por los pasillos universitarios a quienes podían abrirle puertas.
Cirugías, implantes y una nueva identidad real
El paso de Letizia por televisión transformó su imagen. A medida que ganaba notoriedad, fue borrando con bisturí y porcelana los rastros de su pasado. Los dientes perdidos fueron reemplazados por carillas e implantes dentales de alto nivel, que dieron paso a una sonrisa de catálogo. Se sometió también a tratamientos de blanqueamiento y retoques estéticos más allá de lo dental: nariz perfilada, pómulos esculpidos y una melena cuidadosamente teñida. Todo ello para eliminar cualquier huella de la joven de Moratalaz con acento asturiano que soñaba con escapar de la precariedad.

De “la mellada” a reina de España. De edredones para el frío a joyas de la corona. La historia de Letizia Ortiz no es solo la de una mujer que escaló a lo más alto de la institución monárquica, sino la de alguien que reescribió su identidad con tenacidad quirúrgica. Su ascenso, marcado por una ambición implacable, ha sido una carrera de fondo en la que cada imperfección fue corregida, cada defecto silenciado.
A día de hoy, nadie se atrevería a recordarle su diente perdido, ni las colectas frustradas para devolverle la sonrisa. Pero el pasado está ahí, escondido entre testimonios de antiguos compañeros, páginas de blogs olvidados y libros incómodos que nadie en Zarzuela quiere que se lean.