Mañana de sol en Cartagena, como en buena parte de España. Y mañana de acto institucional de la reina Letizia. La asturiana ha hecho de madrina y ha presidido el acto de entrega "de la enseña nacional a la Fuerza de Guerra Naval Especial", chim pum, en el muelle 'Juan Sebastián Elcano' de la ciudad murciana. Recibida por la ministra de Defensa, Margarita Robles, el presidente de Murcia, Fernando López Miras y otros altos cargos militares, después de recibir los honores, la monarca ha pasado revista a las tropas, acompañada por el jefe del Estado Mayor de la Armada o el jefe de la Unidad de Honores. Y después, la reina ha ocupado su lugar en la Tribuna Real, desde donde ha presenciado la lectura de la Orden Ministerial. Todo muy entretenido. Todo muy constructivo. Todo muy aprovechar el tiempo...



Cuánta parafernalia, cuánto paripé, cuánta banderita. Precisamente, delante de la rojigualda, la mujer de Felipe ha tomado una decisión en un acto como este, que ha llamado la atención por su simbolismo. Se han fijado en la revista Vanitatis, que han recordado uno de los caballos de batalla de la asturiana cuando todavía era princesa de Asturias: "que algunas cosas de la etiqueta de la Casa Real debían cambiar". Cosa que está intentando desde que llegó al trono en el 2014. Tradiciones borbónicas ramplonas y retrógradas hay para parar un tren. Y una de las que se puso entre ceja y ceja cambiar fue la de que las mujeres de la familia vistieran de negro y lucieran peineta y mantilla en los diferentes actos de entrega de bandera. Recuerdan en el citado medio que así lo habían hecho durante años la reina Sofía y las infantas Elena y Cristina. Incluso, a ella misma también le tocó vestir de esta manera:





Pero esta imagen anacrónica (si sólo fuera esta) no gustaba nada a la reina Letizia, que quiso dar un volantazo y dar un giro de 180 grados. Adiós al color negro, adiós a los vestidos largos hasta los tobillos, adiós a las peinetas y mantillas. Y hola a un look radicalmente opuesto, dedicado a la antigüedad y opacidad de sus predecesoras en actos como estos, su suegra y sus cuñadas. Porque el vestido blanco y corto, y evidentemente, sin peineta, eran toda una declaración de intenciones. Una pieza muy veraniega, diseño de cuello redondo, sin mangas, de largo midi, con un encaje de flores. Solemne, sí, pero adaptada a los tiempos que corren (si es que obviamos, que es difícil, que la monarquía es, en ella misma, unos institución carpetovetónica).


Letizia, sin embargo, olvida una cosa importante: ella puede ir muy moderna, muy adaptada a los nuevos tiempos, muy de blanco, muy sin mangas y muy sin peineta y mantilla, que aunque no vaya vestida de negro, estas imágenes, llenándose de rojigualda y haciendo el paripé patriótico, seguirán pareciendo retrógradas e impropias del año 2022.