La princesa Leonor apareció este sábado en el Real Club Náutico de Palma de Mallorca. Fue una visita breve. Apenas 15 minutos. Llegó en coche, acompañada por su padre. Saludó. Posó. Sonrió. Y se fue. Todo muy rápido. Todo muy medido.

Era la quinta jornada de la Copa del Rey de vela. Felipe VI participaba en su última regata a bordo del Aifos. Y su hija acudió a desearle suerte. Oficialmente, fue un gesto de apoyo. Extraoficialmente, un acto de imagen.

Princesa Leonor Casa Real
Princesa Leonor Casa Real

Visita sorpresa de la princesa Leonor al Club Náutico de Mallorca

Felipe VI estaba feliz. Se le notó. Tener a su hija al lado, aunque solo fuera un rato, fue importante para él. Una escena familiar, muy cuidada. Un guiño a la unidad institucional. Porque eso es lo que se esperaba mostrar.

Leonor, sin embargo, no estaba entusiasmada. De hecho, no tenía intención de ir. No le gusta ese ambiente. Nunca lo ha hecho. Según fuentes cercanas, fue obligada. No por protocolo, sino por una orden clara desde Casa Real. Era importante que estuviera allí. Y a eso se limitó Leonor. A estar. Se fue en silencio. Ni una palabra pública, ni una sonrisa de más. Volvió a desaparecer.

Una actitud que muchos atribuyen a la reina Letizia. La consorte nunca ha sentido apego por el Club Náutico. Se nota. Siempre se ha mostrado incómoda en ese entorno. Y esa actitud se ha trasladado, con los años, a sus hijas. Especialmente a Leonor, que ahora rechaza ese tipo de escenarios.

Sofía, Letizia y Leonor / Gtres
Sofía, Letizia y Leonor / Gtres

La princesa Leonor no quería estar allí

No es casualidad que llevase cuatro años sin pisar el Club. Desde 2021, nada. Ni un paseo, ni una visita breve. Pero este sábado, algo cambió. Había que estar. Había que cumplir. Y Leonor, aunque a regañadientes, acató la decisión.

Su visita fue simbólica. Posó con el equipo femenino del Consejo Superior Militar de Deporte. Saludó a las participantes de la Balearia Women’s Cup. Se acercó al Aifos, donde navegaba su padre. Le dio un beso. Le deseó buena suerte. Y se marchó.

Antes, pasó por el Regulus 1, un velero de la Armada. Allí coincidió con antiguos compañeros de la Escuela Naval de Marín, donde cursa su formación militar. Un gesto de cortesía, sin más. No hubo regata para ella. Ni siquiera intentarlo. Después de estar embarcada seis meses en el Juan Sebastián Elcano y el Blas de Lezo, Leonor está harta del mar. Literalmente. La travesía la agotó y no quiere más.

Pero ser heredera al trono implica sacrificios y presencia. A sus 19 años, empieza a entender que su vida está marcada por el deber. Por agendas y eventos que no elige. Y a los que debe asistir, aunque no tenga ningún interés. Y así será su vida mientras exista la monarquía.