Juan Urdangarin, el hijo mayor de la infanta Cristina y Iñaki Urdangarin, atraviesa un momento delicado. Su vida, marcada por el caso Nóos y la exposición mediática, nunca ha sido sencilla. Desde adolescente ha sentido el peso de pertenecer a una familia en el punto de mira.

En sus años escolares en Barcelona, sufrió acoso. Aquellas experiencias lo marcaron profundamente. Aprendió a desconfiar, a guardar silencio, a evitar llamar la atención. Después llegó el cambio constante de ciudades. Washington, Ginebra y Londres fueron sus hogares en distintas etapas. Siempre con un mismo objetivo: pasar desapercibido. Sin apariciones públicas. Sin dar titulares.

Juan Urdangarin
Juan Urdangarin

Juan Urdangarin y la infanta Cristina, vacaciones íntimas madre e hijo

Su vida profesional tampoco ha sido estable. Trabajó en el sector automovilístico, pero los retos laborales y personales se acumularon. Y en medio, sus relaciones sentimentales. Una en especial, en Londres, marcó su última etapa.

El año pasado ya hubo una crisis con su compañero. Entonces, Juan buscó refugio en Zarzuela durante semanas. Luego volvió a Londres intentando recomponer la relación. Este año la historia se repitió, pero peor. La ruptura fue definitiva. Fuentes cercanas aseguran que el golpe emocional fue duro. Tan duro que Juan decidió poner su salud mental como prioridad.

La infanta Cristina reaccionó de inmediato. Canceló compromisos. Quería estar con su hijo. Madre e hijo se marcharon juntos, lejos de la presión y de los ojos curiosos. Unas vacaciones privadas. Sin fotos. Sin agenda.

Juan Urdangarin, del retiro a Cerdeña

Después, Juan dio otro paso. Ingresó en un centro especializado en salud mental. No era la primera vez. Allí encontró un entorno seguro, sin teléfonos, sin redes sociales. Participó en terapias individuales, talleres grupales y ejercicios de meditación. El objetivo era claro: desconectar. Recuperar fuerzas. Ordenar su cabeza. Durante semanas, permaneció totalmente aislado del ruido exterior.

Juan Urdangarin y su amigo / GTRES
Juan Urdangarin y su amigo / GTRES

Pero no se quedó ahí. Cuando terminó su retiro, Juan eligió Cerdeña como refugio. Un destino que ya conoce bien. Una isla que le ofrece lo que necesita: mar, tranquilidad y anonimato. En Cerdeña pasa los días lejos de miradas indiscretas. Pasea por playas solitarias. Lee. Hace deporte. Disfruta de comidas sencillas en pequeños restaurantes donde nadie lo reconoce.

Fuentes próximas cuentan que esta escapada es más que unas vacaciones. Es un escondite para recomponerse. Un paréntesis antes de volver a Londres a finales de agosto.