La figura del rey emérito Juan Carlos I atraviesa uno de sus momentos más delicados y tristes. Su declive físico y mental se ha hecho más evidente que nunca, especialmente durante su última estancia en Sanxenxo, donde vivió una noche que muchos de los presentes califican como humillante. Lejos quedaron los tiempos en que Juan Carlos derrochaba energía y carisma. Hoy, lo que queda es una figura vulnerable, deteriorada, que se resiste a aceptar las limitaciones que le impone su edad y su salud.
Su pierna izquierda está prácticamente inmovilizada, lo que le impide caminar por sí mismo. Ya no puede dar ni unos pocos pasos sin ayuda. Depende totalmente de una silla de ruedas o de la ayuda de sus escoltas para cualquier desplazamiento, por breve que sea. Esta dependencia no solo es física, sino también emocional, pues ha generado en él una actitud terca y conflictiva. Se niega con frecuencia a aceptar ayuda, lo que provoca situaciones de tensión con quienes lo acompañan y cuidan de él.
El deterioro del rey emérito Juan Carlos es imparable
Más allá de lo físico, su lucidez mental también se ha visto afectada. Amigos y personas cercanas a él aseguran que ha perdido esa chispa intelectual, ese sentido del humor ácido que tanto lo caracterizaba. Hoy se le nota desorientado, con lagunas de memoria y una expresión muchas veces ausente. Ha pasado a causar más pena más que admiración.
Todo ello ha formado un cóctel que suele generar situaciones muy incómodas. Porque en ocasiones el rey emérito se piensa que todavía puede con todo, y su cabezonería no le deja entrar en razón, provocando conflictos con quienes le acompañan y velan por su bienestar.
Este fin de semana se ha dado una de esas situaciones. Juan Carlos I, quería ir a la fiesta del 60 cumpleaños de la infanta Cristina que tuvo lugar este viernes en Zarzuela, antes de pasar el fin de semana en Sanxenxo. Pero Felipe VI le vetó en palacio, lo que llevó al emérito a tener que conformarse con la segunda parte del plan.

Escena bochornosa en Sanxenxo
Allí, en Sanxenxo, el emérito se vio con sus más cercanos. Y como suele ser habitual, cenó con algunos de ellos este sábado. Pero la noche no terminó tan bien como se esperaba.
Como suele ocurrir cuando sale a cenar hasta tarde, las piernas se le cargaron, provocándole un dolor muy fuerte y la imposibilidad de andar con normalidad ni siquiera con la ayuda de un bastón o de su escolta. Sin embargo, se empeñó en no usar la silla de ruedas que se está convirtiendo en su amiga inseparable. El emérito se negó a usarla, pese a las recomendaciones de los presentes, agravando todavía más su estado y protagonizando una escena profundamente preocupante, incluso compasiva, entre los presentes.