Lo que debía ser una celebración familiar tranquila acabó convirtiéndose en un escenario incómodo. Hablamos del 60 cumpleaños de la infanta Cristina, que debía ser una cena cordial, pero terminó en un ambiente cargado de tensión. El plan era sencillo, una cena familiar en Madrid con sus seres más cercanos. Sin embargo, la sombra del rey emérito lo eclipsó todo.
El emérito aterrizó el mismo día en Galicia, con la excusa de participar en las regatas de Sanxenxo, su ya habitual refugio cada vez que pisa suelo español. Pero sus intenciones reales eran otras. Según ha trascendido, quería presentarse en Madrid para sumarse, sin invitación oficial, a la cena que su hija había organizado con motivo de su aniversario. Para Cristina, su padre sigue siendo un pilar fundamental, alguien a quien ha apoyado incluso en los momentos más oscuros. Pero para un sector importante de la casa real, especialmente para Felipe VI, su figura sigue siendo una fuente constante de tensión institucional.

Juan Carlos I quería ir al cumpleaños de la infanta Cristina
El monarca fue advertido por su equipo de seguridad de los movimientos del emérito. La llamada fue inmediata. Felipe no estaba dispuesto a permitir que su padre irrumpiera en un encuentro familiar que, de haberse producido con su presencia, habría tenido consecuencias mediáticas. El mensaje fue claro: si Juan Carlos se acercaba a Zarzuela o a Madrid, podía despedirse de sus días tranquilos en Sanxenxo. Felipe VI se mantiene firme en alejar la institución de cualquier polémica vinculada a las actuaciones pasadas del emérito.
El gesto, aunque cortante, no sorprendió. Desde que abdicó en 2014, la relación entre padre e hijo ha ido deteriorándose. A Felipe le desespera la constante exposición pública de Juan Carlos, que actúa sin consultar nada y pone a la Corona en posiciones incómodas. Prueba de ello fue su reciente demanda a Miguel Ángel Revilla por “vulneración del honor”, una acción judicial que no sólo fue mal recibida, sino que provocó el efecto contrario: reforzar la imagen pública del expresidente cántabro. La Casa Real, por supuesto, se desmarcó inmediatamente del asunto.

Felipe VI vetó a su padre, Juan Carlos I
Por su parte, la infanta Cristina, no se quedó callada. Felipe se pasó por un breve periodo de tiempo por la fiesta. Y su hermana aprovechó la ocasión. Le recriminó a su hermano no hacer permitido que el emérito participara de la velada, como sí hizo del 60 cumpleaños de la infanta Elena o del 18 aniversario de la princesa Leonor.
Felipe, por su parte, señaló que, en esas ocasiones, Bárbara Rey no acababa de publicar unas memorias con Juan Carlos como protagonista. E incluso la instó a que, si tanto deseaba que estuviera el emérito, se hubiera ido a celebrar su cumpleaños a Ginebra.