Cuando Kate Middleton pasó de ser la novia universitaria del príncipe Guillermo a convertirse en la duquesa de Cambridge, no todo fue cuento de hadas. Detrás de la gran boda real, hubo advertencias, dudas y exigencias directas de la mujer más poderosa del Palacio de Buckingham: la reina Isabel II. Lejos de la imagen dulce y comprensiva que proyectaba en público, la entonces soberana se aseguró de que la joven plebeya supiera que la vida en la realeza estaba llena de deberes y exigencias, y que su papel no era simplemente disfrutar de su estatus, sino servir a la Corona. Kate, entonces una joven de vida social activa y con fama de “chica común” que conquistó al heredero, tuvo que enfrentarse a una advertencia que cambiaría para siempre su rumbo. La reina le dejó claro que, antes de pronunciar el “sí, quiero”, debía demostrar que era más que la sombra de Guillermo.

Kate Middleton bajo la lupa de la reina Isabel: de “Reina de Mustique” a futura consorte

En los años previos a su compromiso, Kate fue objeto de críticas en los pasillos reales. Mientras gran parte del Reino Unido atravesaba momentos económicos difíciles, la pareja disfrutaba de vacaciones de lujo en la isla de Mustique o de escapadas a estaciones de esquí exclusivas. La prensa llegó a apodarla la “Reina de Mustique”, un título que antes había pertenecido a la mismísima princesa Margarita.

Aquellas imágenes de ostentación no eran del agrado de Isabel II, que siempre mantuvo un férreo sentido del deber. Katie Nicholl, autora de William and Harry, reveló que “Tales exhibiciones frívolas de riqueza le resultaban desagradables a la Reina. Mientras el resto del mundo especulaba con la inminente llegada de un compromiso entre Guillermo y Kate, la Reina creía que el anuncio debía posponerse hasta que Kate se hubiera asentado de forma pública”. Y fue entonces cuando lanzó su advertencia más clara: Kate debía conseguir un trabajo respetable antes de convertirse en parte de la monarquía.

El consejo de Isabel II: trabajar antes de casarse con el príncipe Guillermo

Lejos de las frivolidades de la jet set, la reina quería que Kate demostrara que podía ser independiente y profesional. Según los expertos, Isabel II le hizo saber que no toleraría que una futura consorte fuera vista como una simple acompañante. El mensaje era directo: debía ser un ejemplo para el pueblo británico. Ese consejo no tardó en surtir efecto. Tras licenciarse en Historia del Arte en la Universidad de St. Andrews, Kate consiguió empleo en la firma de moda Jigsaw como compradora de accesorios. También colaboró en el negocio familiar, Party Pieces, donde se encargó de la gestión de productos para celebraciones. Incluso recordó con humor un trabajo anterior como camarera que calificó de “terrible”. Con estos pasos, Kate empezó a labrarse la imagen de mujer responsable que la reina exigía.

Aunque al principio la soberana se tomó su tiempo para confiar en Kate, con los años desarrollaron un vínculo que trascendió lo protocolario. Richard Kay, experto en la Casa Windsor, señaló que Isabel II terminó sintiendo un verdadero cariño de abuela hacia Kate. Pero ese afecto no nació de la nada: fue el resultado de que la princesa demostrara, con hechos y disciplina, que podía estar a la altura del legado real. En otras palabras, la advertencia inicial de la reina había dado frutos.