No hay respiro en Buckingham Palace. Mientras la corona intenta mantener la apariencia de unidad y estabilidad, la realidad muestra un panorama bien distinto. Carlos III y el príncipe Guillermo protagonizaron un incómodo encuentro público que deja en evidencia que la relación entre padre e hijo atraviesa su momento más delicado. A la fría distancia entre ambos se suma la ola de críticas hacia la familia Windsor por las conexiones del príncipe Andrés con el magnate Jeffrey Epstein y la inoportuna visita de Donald Trump al Reino Unido, un cóctel que amenaza con desestabilizar aún más a la monarquía.

Los jardines del Palacio de Windsor se convirtieron en escenario de protesta: enormes lonas con imágenes de Trump y Epstein, así como proyecciones sobre las torres del castillo con fotografías del duque de York, recordaron a todos que el escándalo de explotación y tráfico sexual sigue manchando la reputación real. En medio de esta tormenta, el heredero al trono sorprendió al mostrarse cercano con su tío Andrés durante el funeral de la Duquesa de Kent. Para muchos, este gesto es una traición al intento de la realeza de distanciarse de Andrés, quien ha sido acusado de abuso sexual.

Distancia visible entre Carlos III y el príncipe Guillermo

Por otro lado, las cámaras no mienten, y los expertos en comunicación no verbal tampoco. Durante su último encuentro público, Carlos III y el príncipe Guillermo evitaron cualquier contacto visual, reforzando la idea de que entre ambos existe una distancia emocional insalvable. La psicóloga Lara Ferreiro, especializada en lenguaje corporal, asegura que la falta de miradas directas es un claro indicador de rechazo o conflicto no resuelto.

El lenguaje corporal de Carlos III y Guillermo fue un festival de incomodidades: brazos cruzados, posturas rígidas y ausencia de gestos de complicidad. Ferreiro subraya que, en situaciones normales, un hijo tiende a acompañar los gestos de su padre con asentimientos o miradas, pero aquí lo que se observó fue lo contrario: evasión constante y un protocolo frío que raya en la hostilidad.

La tensión política detrás de la frialdad real

No todo se explica por un desencuentro emocional. Según los especialistas, podría haber un trasfondo político e institucional que agrava esta distancia. Carlos III, enfermo desde hace más de un año, podría sentirse amenazado por el protagonismo creciente de Guillermo, más joven y con una imagen fresca de cara a la opinión pública. Esta rivalidad velada representaría el choque entre el presente vulnerable del monarca y el futuro inevitable que encarna su hijo.

A ello se suma la eterna incógnita sobre qué hacer con el príncipe Harry y su turbulenta relación con la familia. Las decisiones sobre su hermano menor habrían generado fuertes discrepancias entre Guillermo y su padre. Y en medio de ese pulso interno, los gestos hablan por sí solos: “Guillermo sube y tensa la mandíbula, Carlos frunce el ceño y aprieta los labios cuando el otro habla” en un claro reflejo de “contención emocional”. No hay sincronía, no hay complicidad. De hecho, las imágenes del Rey despidiéndose afectuosamente de Kate Middleton, mientras ignora por completo a Guillermo, resumen la magnitud del problema. Lejos de la narrativa oficial de unidad familiar, lo que se proyecta al mundo es una monarquía dividida, con heridas internas difíciles de sanar.