En la vida de los hijos de la infanta Cristina, hay una figura que, sin tener un rol oficial ni llevar el mismo apellido, ha estado siempre presente. Se trata de Nicolás Murga, una persona discreta, reservada y muy cercana a la familia, que con el tiempo se ha convertido en un auténtico pilar tanto para Cristina como para sus cuatro hijos: Juan, Pablo, Miguel e Irene.

Desde hace años, Murga ha estado implicado en el día a día de la familia Urdangarin, no solo como colaborador cercano de la infanta, sino también como una figura constante y de confianza para los jóvenes. Su presencia ha sido habitual en momentos importantes, tanto personales como familiares, y muchos en el entorno lo describen como una especie de “segundo padre”, especialmente tras la separación de Cristina y la marcha definitiva de Iñaki Urdangarin de la vida familiar.

Una figura clave en la sombra

A lo largo del tiempo, Murga ha demostrado una implicación que va mucho más allá de la cortesía o el deber. Ha acompañado a los hijos de Cristina en gestiones cotidianas, viajes, decisiones educativas y momentos de transición. Siempre sin protagonismo, ha actuado como alguien que conoce profundamente a la familia, que entiende sus ritmos y que ha sabido estar sin invadir. Esa combinación de cercanía y discreción ha hecho que su presencia se perciba como algo natural, casi imprescindible.

Miguel, Irene y Juan Urdangarin con la infanta Cristina / Europa Press 
Miguel, Irene y Juan Urdangarin con la infanta Cristina / Europa Press 

El vínculo con los cuatro jóvenes ha crecido de forma constante. Aunque cada uno ha tomado su propio camino —Juan centrado en sus estudios internacionales, Pablo construyendo una carrera en el deporte, y los menores aún en plena etapa educativa—, Nicolás ha sido una figura de referencia común para todos. Un rostro familiar que ha aportado estabilidad, equilibrio y confianza en momentos de exposición y cambio.

Para la infanta Cristina, su apoyo también ha sido fundamental. En un entorno complejo, con la presión mediática constante y la necesidad de proteger a sus hijos del foco público, contar con alguien de máxima confianza y disponible ha marcado la diferencia. Más allá de lo profesional, Murga ha estado presente también en lo emocional, convirtiéndose en una especie de bastón invisible sobre el que la familia ha podido apoyarse.

En un mundo donde las relaciones personales en entornos institucionales suelen estar condicionadas por las apariencias, el rol de Nicolás Murga se ha mantenido firme y auténtico. No hace falta ningún título ni vínculo legal para entender su papel en esta historia: para los hijos de la infanta, ha sido un referente, un guía y un apoyo. Un segundo padre.