El rey emérito Juan Carlos I atraviesa uno de los momentos más delicados de su vida. Con 87 años, los problemas de salud que arrastra desde hace décadas se han agravado de forma preocupante. La artrosis, las múltiples operaciones de cadera y rodilla, y un cuerpo cada vez más castigado hacen que apenas pueda moverse con autonomía. Su pierna izquierda está prácticamente inmovilizada.

La persona que más de cerca sigue esta situación es la infanta Elena. En los últimos años, la hija mayor del emérito se ha convertido en su mayor apoyo. Es ella quien se ocupa de acompañarlo y de trasladar al resto de la familia el verdadero estado de su padre.

Juan Carlos y la infanta Elena / Gtres
Juan Carlos y la infanta Elena / Gtres

La infanta Elena, fiel inseparable de su padre, Juan Carlos I

Desde que se instaló en Cascais, Portugal, la infanta ha pasado largas temporadas a su lado. Fue ella quien se opuso con más firmeza a que su padre quedara aislado en Abu Dabi, considerándolo un destierro injusto. Incluso ofreció su propia casa, reformada y adaptada a personas con movilidad reducida, para acogerlo. Esa lealtad ha reforzado el vínculo entre ambos hasta el punto de ser inseparables.

El paso de los meses ha dejado claro que el deterioro es ya irreversible. Los médicos aconsejan a Juan Carlos I el uso permanente de una silla de ruedas, aunque el emérito insiste en mantener una apariencia de independencia apoyándose en su bastón y en el personal de seguridad. Sin embargo, esa imagen empieza a ser insostenible. El verano lo ha demostrado: apenas puede caminar y el dolor se intensifica.

La situación preocupa en Zarzuela. Felipe VI, aunque mantiene una relación distante con su padre, está informado al detalle. Y todo gracias a Elena. Ha sido ella quien, tras convivir con el emérito durante las últimas semanas, comunicó a su hermano que la salud de su padre se encuentra en un punto crítico. El mensaje no puede ser más directo: la familia debe prepararse para lo peor.

Juan Carlos y Elena de regata
Juan Carlos y Elena de regata

Juan Carlos I, declive sin freno

El empeoramiento ha tenido también consecuencias públicas. La esperada participación de Juan Carlos en el Campeonato Mundial de Vela en Nueva York está en duda. Quizás no vuelva a subirse nunca más a un barco, su gran pasión. La fragilidad física y la necesidad de atención médica constante hacen inviable mantener esa actividad.

Con un futuro marcado por la dependencia, Juan Carlos I encara una etapa de máxima vulnerabilidad. Y mientras Felipe gestiona con cautela el impacto institucional, e incluso conversa con políticos en busca de  aliados para su regreso, es su hija Elena quien asume el papel de cuidadora, confidente y portavoz. Ella es, en definitiva, la que sostiene al emérito en esta recta final, y la que ha tenido que trasladar a su hermano la peor de las noticias: la salud del rey emérito se deteriora de manera acelerada y sin marcha atrás.