La salud del rey emérito Juan Carlos I se encuentra en un estado cada vez más delicado. A sus 87 años, el que fuera jefe del Estado español vive aislado en Abu Dabi, lejos de su familia y de su país. Afectado de artrosis avanzada y severos problemas de movilidad, ha recibido recientemente un diagnóstico que confirma su mayor temor: deberá utilizar silla de ruedas de por vida. Las intervenciones quirúrgicas ya no son una opción viable por su edad y por los riesgos que implicaría una recuperación ineficaz.
Esta situación ha llevado a un punto crítico las tensiones familiares en la Casa Real. Las infantas Elena y Cristina, profundamente afectadas por el deterioro físico y anímico de su padre, han decidido intervenir. Ambas han expresado con firmeza a su hermano, el rey Felipe VI, que ha llegado el momento de dejar de lado las diferencias y permitir que su padre muera en España, en su residencia de Zarzuela.
Cristina y Elena insisten a Felipe VI para que permita el regreso de su padre a Zarzuela
Elena, en particular, se ha mostrado especialmente fiel al emérito. Sin jamás un reproche para su padre, considera que el trato que ha recibido el emérito, especialmente el ‘exilio’ y el aislamiento institucional, ha sido cruel e injustificado. Para ella, Juan Carlos ha sido víctima de una operación de descrédito público promovida por sectores cercanos al entorno del rey actual, lo que ha desembocado en una ruptura total de relaciones entre padre e hijo.

Cristina, más prudente, mantiene una postura más conciliadora. Aunque no ha olvidado las humillaciones públicas a la reina Sofía, cree que el momento actual trasciende los errores del pasado. A su juicio, el deber familiar y humano exige limar asperezas y facilitar que el emérito pase sus últimos días con dignidad y acompañado por los suyos. Ambas hermanas han viajado repetidas veces a Abu Dabi, tratando de aportar algo de luz a su progenitor.
Las infantas consideran que el tiempo apremia. Conscientes de que su padre podría no superar el próximo invierno, han insistido en que es imprescindible que Felipe haga un gesto que permita cerrar esta historia con algo de paz familiar. Aunque hoy su figura esté rodeada de polémicas, su final no debería ser el de un rey en el exilio y en soledad.

Felipe VI, de momento, se niega
Mientras tanto, el emérito no oculta su deseo de volver a España. Sueña con poder morir en Zarzuela, con recibir un funeral de Estado y ser enterrado en El Escorial. Aunque esto último parece poco probable por no formar parte ya de la institución; Elena y Cristina siguen luchando por lo primero: que su padre, al menos, pueda morir en casa.
Felipe, por su parte, ha decidido, al menos de momento, negar la mayor. El rey dejará que su padre vuelva a España cuando su estado sea terminal, pero no a Zarzuela. No puede dar su brazo en un momento en el que la monarquía, gracias a la expulsión del emérito, ha ganado un poco de credibilidad. Sería un agravio para el futuro reinado de la princesa Leonor.