En Ginebra, la vida de Cristina de Borbón transcurre en silencio. Pero no es el silencio de la calma, sino el de una herida que nunca ha terminado de cerrar. Desde hace cuatro años, la infanta vive bajo tratamiento médico para controlar una crisis emocional que, lejos de mejorar, se ha intensificado.

Todo comenzó cuando, estando en Suiza, llegó el golpe que cambiaría su vida. Iñaki Urdangarin, su marido durante más de dos décadas, ya no era solo un recuerdo incómodo de un pasado judicial turbulento. Ahora era el protagonista de una traición pública. No fue un rumor ni un susurro: fue una portada. Una fotografía que mostraba a Iñaki de la mano de otra mujer, Ainhoa Armentia, paseando como si nada. La humillación no fue solo íntima. Fue colectiva. Nacional.

Portada 'Lecturas' con Iñaki Urdangarin y Ainhoa Armentia
Portada 'Lecturas' con Iñaki Urdangarin y Ainhoa Armentia

Las fotos de Iñaki Urdangarin con Ainhoa Armentia fueron un golpe demasiado duro

En ese momento, Cristina no solo perdió a un compañero. Perdió también la imagen de estabilidad que había protegido durante años, incluso a costa de alejarse del núcleo oficial de la Casa Real. Su apuesta había sido total. Amor frente a protocolo. Y la jugada le salió cara.

El divorcio no llegó rápido. Hubo negociaciones tensas, silencios incómodos y un orgullo herido que se resistía a dar facilidades al hombre que había destrozado su mundo. Mientras tanto, él parecía avanzar sin mirar atrás, construyendo una nueva vida con otra mujer. Y ella… seguía llevando su alianza de boda en público, como si no pudiera cortar el último hilo que los unía. Al fin y al cabo, comparten lo único que para Cristina sigue siendo sagrado: sus cuatro hijos.

Cristina y sus hijos GTRES
Cristina y sus hijos / Gtres

El problema no era solo emocional. Según personas de su entorno, el impacto derivó en crisis de ansiedad, insomnio y episodios depresivos. Los médicos recomendaron tratamiento y un seguimiento cercano. La medicación se convirtió en parte de su rutina. El objetivo: estabilizar su ánimo y evitar que el desgaste psicológico fuera a más.

La infanta Cristina, en manos de profesionales para superar el momento más duro de su vida

Pero las recaídas han sido inevitables. Cada aparición pública de Urdangarin y Ainhoa reabre la herida. Las fotos de ellos con sus hijos en Navidad, o los viajes románticos a lugares cargados de significado para Cristina, como Palma de Mallorca, han sido detonantes. Uno de los episodios más delicados ocurrió un San Valentín, cuando se enteró de que Iñaki había llevado a su nueva pareja a la isla. Aquella noticia la desestabilizó tanto que alarmó incluso a su familia más cercana.

Sus hijos le han sugerido cambios radicales: mudarse a Barcelona, donde vive Pablo, o incluso instalarse en Reino Unido para empezar de cero. Cristina lo piensa, pero su vida en Ginebra es una mezcla de refugio y cárcel. El consejo de los profesionales es claro: evitar cualquier exposición que la confronte con su pasado. Pero ella sigue mirando titulares. Sigue buscando.

Hoy, la infanta aparece en contadas ocasiones, siempre intentando proyectar entereza. La realidad es que lucha cada día contra un dolor invisible. Un dolor que empezó en una portada y que, cuatro años después, sigue marcando cada paso que da.