La atención siempre ha estado puesta en Felipe VI, pero sus hermanas, las infantas Elena y Cristina, también fueron clave en la estrategia de la Casa Real. No eran solo princesas decorativas. Podían haber sido reinas si algo salía mal con su hermano.
Desde pequeñas, fueron formadas para representar a la monarquía. Con rigor y disciplina. Pero no todo se limitó al protocolo y los estudios. A una edad muy temprana, ambas fueron introducidas en tratamiento psicológico. Un dato que ahora sorprende, pero que durante años se mantuvo en absoluto silencio.
Las infantas Elena y Cristina, preparadas para lo que sea
La reina Sofía y el rey Juan Carlos sabían lo que les esperaba. Entendían que la presión, la crítica y el juicio público son parte del rol real. Querían que sus hijas estuvieran preparadas no solo en imagen, sino también en fortaleza mental. Por eso tomaron la decisión.
Elena, la primogénita, comenzó su terapia con apenas 8 años. Le siguió Cristina, tercera en la línea de sucesión, con 10. Ambas asistían a sesiones con especialistas en psicología infantil. El objetivo: formarlas emocionalmente. Que pudieran afrontar las exigencias de ser parte de la monarquía sin romperse por dentro.
Las sesiones no eran esporádicas. Eran constantes. Un acompañamiento estructurado. Se abordaban temas como la gestión emocional, la autocensura en público, el control ante el estrés, y cómo mantenerse frías ante las críticas. También aprendieron a proteger su vida personal de filtraciones.
Elena y Cristina ponen en práctica lo aprendido en el tratamiento
Años después, esa formación sería vital. Cristina enfrentó el escándalo del caso Nóos. Su matrimonio con Iñaki Urdangarin fue objeto de burla nacional. Su papel como “la engañada de España” fue brutal. Aun así, mantuvo la compostura.
Elena, por su parte, tampoco tuvo una vida fácil. Su relación con Jaime de Marichalar acabó en divorcio, el primero entre los borbones. Sin embargo, gracias a su formación, siempre supo moverse dentro de los márgenes que exige la institución.
Ahora se revela que esta preparación emocional fue decisiva. Que no fue casualidad. Que se trató de una estrategia planeada desde la infancia. E incluso Leonor y Sofía han seguido los mismos pasos. No solo estudian, no solo ensayan sonrisas. También trabajan sus emociones desde dentro.