Tras años de silencio y de perfil bajo, Iñaki Urdangarin decidió reinventarse. El exduque de Palma apostó por una nueva aventura empresarial. Creó una consultora enfocada en el coaching personal, corporativo y deportivo. La bautizó con un nombre que buscaba transmitir modernidad y superación: Bevolutive. Pero la realidad ha sido muy distinta a la soñada.
El mercado lo ha recibido con rechazo. Numerosas compañías han cerrado las puertas antes siquiera de escuchar su propuesta. El motivo es evidente: su apellido continúa siendo un lastre difícil de digerir. Asociar una marca a Urdangarin es, para muchos, un riesgo innecesario. La sombra del caso Nóos todavía pesa demasiado.

El apellido Urdangarin sigue pesando demasiado a Iñaki
Durante los años en prisión, el exjugador de balonmano se preparó a conciencia. Estudió, se formó, buscó herramientas que le permitieran construir un futuro alejado de la polémica. En su discurso actual habla de superación, de aprender de los errores y convertirlos en motor de cambio. Son mensajes potentes, pero chocan con la memoria colectiva de una sociedad que lo asocia directamente con corrupción y privilegios.
La credibilidad es un valor intangible, pero crucial en el mundo empresarial. Y eso es lo que Urdangarin no logra transmitir. Su oferta puede ser profesional, incluso atractiva, pero el simple hecho de ligar el nombre de una compañía a su figura supone un coste reputacional que pocos están dispuestos a asumir. Para las empresas, la reputación es más importante que cualquier promesa de liderazgo o motivación.
En el plano familiar, la situación es distinta. La infanta Cristina le ha mostrado respaldo, lo mismo que sus hijos. En su entorno más cercano ven el proyecto como una segunda oportunidad, una forma de rehacer su vida tras la caída pública. Sin embargo, fuera de ese círculo de confianza la realidad es mucho más fría. Las negativas se acumulan, y el estancamiento se hace cada vez más evidente.

Nadie confía en Iñaki Urdangarin
A esto se suma un elemento inquietante. En el círculo de Urdangarin circula la sospecha de que existe una mano negra que frena cualquier intento de progresar. Algunos apuntan a la propia Casa Real, interesada en que su nombre no vuelva a ganar protagonismo mediático. Una estrategia de silencio que, según creen, también estaría afectando al futuro deportivo de Pablo Urdangarin, pieza clave en el BM Granollers, pero olvidado por la Selección Española.
El resultado es un escenario complejo. Urdangarin quiere vender superación y aprendizaje, pero el mercado solo percibe desconfianza. Quiere mostrar un modelo de negocio moderno y limpio, pero lo que recibe es rechazo. Su empresa, que nació con la ambición de ser un puente hacia la normalidad, se ha convertido en el reflejo de un apellido que aún genera desconfianza.