Ahora sí, la princesa Leonor encara sus últimos días de formación en el ejército del mar. La hija del rey Felipe VI y la reina Letizia zarpó el pasado 11 de enero desde el puerto de Cádiz embarcada en el Juan Sebastián Elcano. Allí pasó cinco meses. Posteriormente cambió el Elcano por la fragata Blas de Lezo, un buque de guerra real donde la heredera puso en práctica todo lo aprendido en los meses anteriores a lo largo de 15 días.
Su paso por el Blas de Lezo finalizó el pasado jueves 3 de julio, cuando llegó a Gijón. Y desde allí, Leonor zarpó este lunes subida en el Elcano de nuevo, en el que realizará una última travesía por el norte de España. Está previsto que finalice el próximo domingo 13 de julio, cuando llegará a Marín. Pero lo que debía ser el cierre de una etapa de esfuerzo y mérito, se ha convertido en una sombra de privilegios y trato desigual.

La princesa Leonor obtiene las mejores puntuaciones sin esfuerzo
Desde el inicio de su formación, Leonor ha contado con condiciones especiales. Su programa ha sido reducido de cuatro a tres años, algo que ningún otro cadete puede optar sin razones extraordinarias. Esta decisión ya marcaba una ventaja clara, eliminando parte del recorrido y de las exigencias habituales para obtener su título militar.
En su paso por la Academia de Zaragoza, la Escuela Naval de Marín, y ahora el Elcano, se han repetido los mismos patrones: posiciones de honor, participación destacada, y un entorno cuidadosamente preparado para que la princesa brille sin tener que competir en igualdad de condiciones.
Pero lo más polémico no es solo el protocolo. Fuentes internas aseguran que Leonor no ha alcanzado las notas mínimas para encabezar su promoción. Aun así, todo está preparado para que figure como la número uno. Esta decisión, impulsada desde los altos mandos, genera una enorme frustración entre sus compañeros, quienes deben cumplir con exigencias físicas, académicas y disciplinarias sin excepción.

Los rumores sobre su bajo rendimiento físico circulan desde hace meses. Pruebas que no supera, ejercicios que no completa o evaluaciones suavizadas para no dejar constancia de sus dificultades. Sin embargo, estos datos no afectan su avance, porque Leonor no está sujeta a las mismas reglas que el resto.
La princesa Leonor no llega a los mínimos
El ambiente en el Elcano y en la fragata Blas de Lezo, donde pasó parte de sus prácticas, ha sido tenso. Muchos cadetes se sienten desmotivados al ver cómo se construye una carrera militar ficticia, basada en el apellido y no en el mérito. Pero nadie se atreve a hablar abiertamente. El miedo a represalias, tanto de la Casa Real como de los mandos superiores, impone un silencio absoluto.
Los instructores, por su parte, reciben órdenes implícitas: facilitar el camino de la heredera, evitar anotaciones negativas y asegurar que termine su formación con las máximas distinciones. Todo está calculado para proyectar la imagen de una futura reina preparada y ejemplar, aunque la realidad diga lo contrario. El resultado: Leonor será proclamada la primera de su promoción, aunque no lo merezca.