La formación militar de la princesa Leonor continúa siendo uno de los focos más seguidos por medios y ciudadanía. Esta semana, su etapa a bordo de la fragata Blas de Lezo llegó a su fin. El buque atracó el jueves 3 de julio en Gijón, donde también se encuentra el Juan Sebastián Elcano, completando así un capítulo clave en el itinerario de la heredera. Pero más allá de los saludos oficiales y las imágenes cuidadas, lo vivido en alta mar no fue tan ejemplar como se pretende mostrar.

Varios guardiamarinas que compartieron travesía con la princesa han empezado a hablar. Lo que cuentan rompe con la versión oficial. Aseguran que Leonor apenas participó en las tareas más exigentes. Su implicación fue, en palabras de algunos, "simbólica". Evitó los turnos más duros. Se mantuvo al margen de las maniobras técnicas. No sudó como los demás y tampoco se integró.

La princesa Elionor al Blas de Lezo / Casa Reial
La princesa Leonor en el Blas de Lezo / Casa Real

La princesa Leonor pasa de puntillas por el Blas de Lezo

Su rutina, dicen, era diferente. Mientras el resto del personal cumplía con horarios rigurosos, ella seguía otro esquema. Más descansos. Más tiempo en zonas comunes. Más cámaras, menos esfuerzo. Varios oficiales, discretamente, habrían respaldado a los guardiamarinas que empezaron a maquillar el relato oficial. Se empezó a hablar en voz baja. Se cruzaron miradas. Y el engaño quedó al descubierto.

“Está aquí para la foto”, comentó uno de los compañeros. Lo que debía ser una instrucción militar se convirtió en una puesta en escena. Todo parece responder a una estrategia: proyectar una imagen de princesa preparada, sin asumir realmente las dificultades del entorno castrense.

La princesa Elionor en el Blas de Lezo / Casa Reial 2
La princesa Leonor en el Blas de Lezo / Casa Real

En el Juan Sebastián Elcano fue lo mismo

Este patrón no es nuevo. En el Juan Sebastián Elcano, su anterior destino, ya se hablaba de que había sido apartada de actividades por supuestos problemas de mareo. Una excusa, según algunos, para aligerar aún más su experiencia formativa.

Ahora, en el Blas de Lezo, los comentarios se multiplican. Incluso se habla de privilegios que llegaron a molestar a parte de la tripulación. Horarios flexibles. Tareas filtradas. Excepciones constantes. Todo ello confirmado por oficiales que, aunque fieles al protocolo, reconocen en privado que lo vivido no fue igualitario para todos.

La futura reina, según esta versión, no ha recibido la misma formación que sus compañeros. No ha vivido el mar como lo han vivido ellos. No ha sufrido las mismas noches sin dormir. Y no ha trabajado al mismo nivel. Y eso, para muchos, es un problema.

La sensación a bordo fue clara: Leonor no hizo lo mismo que los demás. No fue una más. Y lo peor no fue que no pudiera. Lo peor, dicen algunos, fue que nadie esperaba que lo hiciera.